Jugar para entender la vida: el enigma eterno de Rayuela y la mente de Cortázar

¿Quién dijo que una novela debe leerse de principio a fin? Julio Cortázar rompió todas las reglas con Rayuela, ese libro que no se lee, se saltase explorase siente. Publicada en 1963, esta obra revolucionó la literatura hispanoamericana, y sigue siendo un desafío (y un deleite) para quienes se animan a entrar en su laberinto existencial.

Pero para entender Rayuela, también hay que mirar a su autor: un hombre que nunca dejó de sentirse extranjero. Nacido en Bruselas, criado en Argentina y enamorado de París, Cortázar fue un ciudadano del mundo, y ese desarraigo se cuela en cada palabra que escribió.

¿Qué nos propone Rayuela? Un viaje sin mapa. Una búsqueda de sentido en medio del caos. El personaje de Horacio Oliveira –esa especie de alter ego intelectual y errante– deambula por calles, pensamientos y emociones sin dirección fija. Como si la vida misma fuera una rayuela dibujada con tiza, donde a veces se cae y otras se vuela.

¿Y si el orden no fuera necesario?
Cortázar invita a leer su novela de dos formas: de manera tradicional o siguiendo un “tablero de dirección” que te lleva de capítulo en capítulo como si fuera un juego. Pero más allá de la forma, lo importante es la experiencia: Rayuela no busca respuestas, sino preguntas. ¿Cómo se vive el amor? ¿Qué es la libertad? ¿Dónde empieza uno y termina el otro?

No es solo literatura: es arte, jazz, política, París, Buenos Aires, lenguaje vivo y pensamientos sueltos. Es una puerta abierta a lo absurdo y lo mágico, como si Cortázar supiera que la realidad está hecha de detalles que se escapan si no los mirás de reojo.

“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.” Una de sus frases más compartidas en redes, que sigue latiendo fuerte entre generaciones que buscan algo que no pueden nombrar.

En tiempos de scroll infinito, Rayuela es una invitación a detenerse, a leer con el cuerpo, a pensar con el alma. A volver al papel, aunque sea por un rato, para jugar con las palabras como cuando éramos chicos y dibujábamos una rayuela en la vereda.