Arturo Enrique “Tucho” Laszlo tiene 77 años, pero renació a los 43. Ese fue el día en que intentó suicidarse. Ese fue el día en que perdió la vista y el olfato… pero no la vida.
Hoy, más de tres décadas después, lleva pintadas más de 300 obras y asegura: “Mi vida antes era una porquería. Ahora es hermosa”.
Tucho no nació ciego. Durante gran parte de su vida, vio el mundo con los ojos abiertos. Pero un domingo de enero de 1991, sumido en una profunda tristeza, se disparó cuatro veces. Sobrevivió, pero perdió los globos oculares y el bulbo olfativo. Sin embargo, ese intento de muerte fue también su punto de partida.
🩶 “No sentía dolor. Solo en el corazón”, recuerda. Mientras esperaba la muerte sentado en un charco de sangre, algo dentro suyo —quizás ese mismo corazón— empezó a cambiar.
Fue su entorno, su historia y sobre todo, la fuerza que encontró en la oscuridad lo que lo empujó a seguir. Un bombero lo rescató. Un poeta moribundo lo inspiró. Y Tucho eligió vivir.
💬 “Si Dios ha decidido que vivas, vas a vivir a pesar tuyo”, le dijo aquel compañero de habitación con cáncer terminal. Y esas palabras lo marcaron para siempre.
Nació en una familia de contrastes: padre húngaro escapado de la guerra, madre correntina con sueños porteños. Fue un chico sensible, cinéfilo precoz, vendedor carismático y beatlemaníaco de pelo largo. Pero siempre convivió con la idea de la muerte.
“Soñaba que me moría a los 30. Y como creía que hasta esa edad no me podía morir, vivía al filo. Me tiré con un trineo al precipicio, crucé calles con los ojos cerrados. Probaba al destino”.
Hoy, con 77 años y más de 30 sumergido en la ceguera, Tucho crea. Pinta. Se emociona. Y sobre todo, comparte.
💡 “Cuando tocás fondo, solo queda subir. Y a veces, lo más oscuro es donde empieza lo más luminoso”.