¿Qué pasa cuando la ciencia ignora lo que las comunidades saben hace generaciones? En Colombia, casi la mitad de las plantas con importancia cultural no tienen estatus de conservación. Y si desaparecen, lo harán en silencio.
🔍 Anchamba. Bobil. Chingalé. Enchamba. Palma de estera.
Así se conoce, entre muchos otros nombres, a la Astrocaryum malybo, una palmera nativa de Colombia que se extiende por las costas del Caribe y el Pacífico. Es tejida, usada y respetada por comunidades enteras. Pero nadie sabe si está en peligro de extinción. Ni siquiera figura en la Lista Roja de la UICN.
Y ese es solo un ejemplo. Según un estudio liderado por la investigadora Katherine Hernández (UCLA), el 47% de las plantas con valor cultural en Colombia no tienen estatus de conservación internacional. Es decir: son invisibles. Y si son invisibles, son vulnerables.
¿Por qué no se protege lo que las comunidades valoran?
El desinterés por estas especies tiene raíces profundas:
- 🧠 Sesgos científicos: la conservación se enfoca en vertebrados o plantas “interesantes” para la ciencia, no para la cultura.
- 📊 Falta de datos: sin información, la UICN no puede clasificarlas.
- 🌎 Desigualdad estructural: las comunidades que usan estas plantas no acceden fácilmente al mundo científico.
“¿Y si las comunidades pudieran hacer ciencia? Seguro ya tienen los datos”, reflexiona Alejandra Echeverri, coautora del estudio.
La conservación no es solo biológica, también es cultural
Las autoras plantean que proteger una planta no es solo cuestión de contar ejemplares. También es entender qué representa para la gente, cómo se usa, qué tradiciones se perderían si desaparece.
“Cuando se extingue una planta importante para una comunidad, se extingue una parte de su forma de vivir.”
Casos como el de la palma de cera, salvada por convertirse en símbolo nacional, muestran que la relación entre personas y naturaleza puede ser clave para conservar.