En un mundo donde la conveniencia y el marketing han cambiado la forma en que nos alimentamos, los alimentos ultraprocesados se han vuelto omnipresentes en la dieta diaria de muchas personas. Estos productos, que a menudo se presentan como opciones saludables, esconden procesos industriales que incluyen ingredientes como edulcorantes, conservantes, emulsionantes y colorantes. Según un estudio reciente publicado en The BMJ, el consumo habitual de estos alimentos se relaciona con al menos 32 problemas graves de salud, que van desde enfermedades cardíacas y cáncer hasta problemas de salud mental y muerte prematura.
Los ultraprocesados no solo abarcan los productos que comúnmente asociamos con una mala alimentación, como las papas fritas o refrescos, sino que también se encuentran en alimentos que se venden como saludables. Entre los ejemplos más comunes están los cereales para el desayuno, los panes embolsados, yogures saborizados y salsas para cocinar, que a pesar de su apariencia nutritiva, están cargados de aditivos que alteran la naturaleza del producto original. Incluso las opciones populares entre quienes buscan alternativas a la carne o la leche, como las carnes veganas y las leches vegetales, muchas veces contienen ingredientes procesados que los convierten en ultraprocesados.
Para identificar estos productos, los expertos recomiendan revisar la lista de ingredientes. Alimentos con largas listas de componentes y nombres difíciles de pronunciar suelen haber pasado por múltiples etapas de procesamiento. Optar por productos con ingredientes simples, cercanos a su estado natural, es una manera efectiva de evitar los ultraprocesados y mejorar la calidad de la dieta.

Dato curioso: El consumo de alimentos ultraprocesados en América Latina ha crecido exponencialmente en los últimos años, especialmente en Argentina, donde un estudio del Instituto Nacional de Alimentos reveló que más del 50% de los productos comprados en supermercados corresponden a esta categoría.