No apreciamos ni nos damos cuenta de lo importante que es tener buena salud hasta que algo falla y todo se viene abajo. Un ejemplo muy claro es el de nuestras rodillas que, al fin y al cabo, sujetan todo el cuerpo. Con el paso de los años y el desgaste, también por los deportes de impacto, es bastante común acabar sufriendo algún problema. ¿Y ahora qué?
Un estudio reciente trata de averiguar si la manera en la que caminamos podría decir mucho, no solamente en esos dolores de rodilla futuros, sino también en nuestra salud mental. El enfoque es el siguiente: alterar nuestra marcha y la manera en que caminamos puede reducir nuestro riesgo de sufrir artritis. El tipo más común es la osteoartritis, que generalmente comienza en la mediana edad y conduce a la rotura del cartílago, según informa ‘Daily Mail’.
Cuida esas rodillas
“La manera en la que caminamos” indica Cathy Holt, profesora de biomecánica e ingeniería ortopédica “sin duda tiene mucho que ver con los problemas posteriores. Si podemos enseñar a la gente a andar de una forma más adecuada, sin duda evitaremos décadas de dolor y cirugías en la rodilla”. ¿Cómo saber si no caminamos correctamente? Según la profesora no debes hacerlo con las piernas muy juntas y tampoco muy separadas, para evitar la tensión.
La manera en que caminamos, ya sea con las rodillas excesivamente juntas o separadas, está relacionada con nuestras dolencias posteriores
En las rodillas sanas, el cartílago y el hueso de la articulación debajo de él permanecen en comunicación constante, y el cartílago le indica al hueso que libere nuevas células que rejuvenecen los tejidos para compensar el desgaste. “Si tus tejidos se están cargando como se espera que se carguen, el sistema funciona bien”, dice el profesor Holt. “Pero cuando se sobrecarga, esto cambia las señales entre los tejidos y responden mal”. Luego, el sistema produce una producción excesiva de osteoclastos: células que descomponen el tejido como parte del funcionamiento normal de nuestros huesos, que se renuevan continuamente. Esta sobreproducción degrada las articulaciones óseas y el cartílago y, al mismo tiempo, el sistema también produce citoquinas en exceso, células inmunes que causan inflamación y el dolor clásico de la artritis.
Ya se han llevado a cabo otros estudios que relacionaban el caminar y el dolor de artritis. En 2013, el profesor Pete Shull de la Universidad Jiao Tong de Shangái llevó a cabo una investigación con diez personas aquejadas de esta enfermedad en la rodilla en la que tenían que caminar sobre una cinta de correr mientras eran monitorizados. Los participantes aprendieron cómo cambiar la carga para caminar a las partes óptimas de las articulaciones de la rodilla.
El caminar y el ánimo
Después del reentrenamiento, los pacientes informaron que su dolor se había reducido en casi un tercio, y su capacidad para caminar había mejorado. El profesor Holt, por su parte, está tratando de enseñar a sus pacientes a cambiar la manera de caminar.
Recientes estudios apuntan que los que caminan con pasos lentos y cortos son más proclives a desarrollar depresión
Lo que es más sorprendente es que algunos estudios también aseguran que cambiar la manera de caminar podría ayudar a prevenir la depresión. La última evidencia se ha dado en febrero, en un estudio publicado en el Diario de la Sociedad Americana de Geriatría que, durante cuatro años, ha supervisado a más de 4.000 personas sanas en Irlanda. Al parecer, según el informe, aquellas personas que caminan con pasos cortos y velocidad reducida son más proclives a desarrollar depresión. Esto se uniría a otros estudios que aseguran que caminar de una “manera animada” podría mejorar nuestro estado de ánimo.
En 2014 se llevó a cabo un curioso experimento liderado por el doctor Nikolaus Troje, biólogo de la Queen’s University en Ontario (Canadá). Asignó a 39 voluntarios dos tipos de posturas para caminar en una cinta: algunos llevarían a cabo una marcha más “feliz”, erguidos, y otros una más “triste”, con una postura hundida. Al acabar se les ordenó memorizar una serie de palabras positivas y negativas. Los que pertenecían al grupo de la “caminata deprimida” recordaron muchas más palabras negativas.