Los deepfakes, esas imágenes, audios o videos manipulados con inteligencia artificial para parecer reales, están dejando de ser una curiosidad tecnológica para convertirse en una preocupación global. De la política al entretenimiento, pasando por la seguridad personal, esta tecnología plantea desafíos éticos, sociales y legales que todavía estamos aprendiendo a enfrentar.
¿Qué son y cómo se crean?
La palabra “deepfake” surge de la combinación entre deep learning (aprendizaje profundo) y fake (falso). Esta técnica utiliza algoritmos avanzados, como las redes generativas adversarias (GANs), para superponer rostros, gestos, voces y expresiones en imágenes y videos con un realismo que a veces resulta escalofriante.
Lo que comenzó como una herramienta experimental o de entretenimiento, hoy se ha convertido en una poderosa arma para generar desinformación, manipular percepciones y hasta dañar la reputación de personas reales.
Los deepfakes preocupan porque erosionan uno de los pilares de la vida en sociedad: la confianza en lo que vemos y escuchamos. Según diversos estudios, más del 90% del contenido deepfake en internet tiene un fin pornográfico y afecta principalmente a mujeres. Pero también se han detectado casos de:
- Desinformación política: videos falsos con discursos adulterados de líderes mundiales.
- Estafas económicas: suplantación de identidad de directivos para fraudes empresariales.
- Extorsión y bullying: contenidos manipulados usados para amenazar o ridiculizar a individuos.
- Falsas evidencias: audios o videos que podrían llegar a ser utilizados en causas judiciales para tergiversar la verdad.
¿Qué se está haciendo para frenarlo?
Varios gobiernos están comenzando a regular el uso de esta tecnología. En España, por ejemplo, la Fiscalía propone considerar como delito la creación de contenido sexual con rostros suplantados. También se están desarrollando softwares para detectar automáticamente este tipo de manipulaciones, aunque la carrera entre quienes crean y quienes detectan sigue muy pareja.
Además, muchas plataformas están implementando sistemas de verificación y etiquetas para advertir sobre contenido potencialmente manipulado, pero la responsabilidad también recae en los usuarios.
🔍 Cómo detectar un deepfake
Aunque cada vez son más sofisticados, algunos deepfakes aún presentan pistas:
- Movimiento extraño de los ojos o la boca.
- Parpadeo antinatural o escaso.
- Incoherencias en la iluminación o en los bordes del rostro.
- Voz desincronizada con la imagen.
Desarrollar una mirada crítica y verificar siempre la fuente del contenido son claves para no caer en la trampa.