El país asiático pone en marcha una experiencia pionera para personalizar el aprendizaje escolar, aunque crecen las dudas sobre el uso de datos, los criterios pedagógicos y la brecha tecnológica.
Corea del Sur se convirtió en uno de los primeros países del mundo en incorporar libros de texto con inteligencia artificial (IA) dentro de su sistema educativo. La iniciativa, anunciada por el Ministerio de Educación y publicada en el World Education Blog de la Unesco, comenzará este año en escuelas seleccionadas como parte de un ambicioso plan de transformación digital.
Los libros de texto con IA están diseñados para adaptarse al desempeño y estilo de cada estudiante: ajustan la dificultad de los ejercicios, ofrecen explicaciones alternativas y trazan recorridos personalizados. Además, brindan seguimiento en tiempo real, tanto para estudiantes como para docentes.
Las autoridades aseguran que esta herramienta puede reducir brechas de aprendizaje y mejorar la calidad educativa, además de permitir actualizaciones constantes sin depender de nuevas ediciones impresas. También destacan la posibilidad de detectar tempranamente dificultades cognitivas, incorporar recursos audiovisuales y enriquecer la experiencia de enseñanza.
Sin embargo, el proyecto también genera preocupaciones. El uso intensivo de datos personales despierta interrogantes sobre la privacidad, la seguridad informática y la regulación del acceso a la información. A esto se suman las dudas sobre la dependencia tecnológica: algunos expertos advierten que el protagonismo de los algoritmos podría debilitar el rol docente y reducir los espacios de vínculo humano en el aula.
Otra crítica apunta a los criterios de programación de los algoritmos: ¿Quién define qué se enseña y cómo? ¿Cómo se garantiza que los contenidos sean libres de sesgos y culturalmente pertinentes?
Finalmente, la desigualdad en el acceso tecnológico es un obstáculo importante. No todas las escuelas cuentan con la infraestructura necesaria, lo que podría profundizar brechas entre instituciones con diferentes niveles de desarrollo.
El mundo observa de cerca esta experiencia. Corea del Sur pone a prueba no solo una nueva herramienta, sino también los límites y posibilidades de la inteligencia artificial como política educativa pública.