No es solo mental: el cuerpo físico está cambiando con nuestros hábitos digitales. Lo que empezó como un chiste sobre la “joroba del celular” ya tiene nombre clínico: síndrome del cuello de texto. Se trata de una tensión crónica que afecta las vértebras cervicales por mantener la cabeza inclinada horas frente a la pantalla. Junto a esto, aumentan los casos de tendinitis, fatiga visual y bruxismo digital, un fenómeno donde incluso sin darnos cuenta, apretamos la mandíbula mientras usamos pantallas.
La mente, en modo multitarea permanente
Los estudios más recientes advierten que el uso excesivo de redes sociales, notificaciones constantes y saltos de contenido está afectando nuestra capacidad de concentración, aumentando los niveles de ansiedad y alimentando una sensación de “no estar haciendo suficiente” todo el tiempo. El resultado: cansancio mental, irritabilidad y dificultades para dormir, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes.
¿Estamos perdiendo el silencio?
Una de las consecuencias menos visibilizadas del uso intensivo de tecnología es la desaparición del aburrimiento. Ya casi no hay momentos vacíos: cuando esperamos en una fila, cuando nos despertamos, cuando viajamos en colectivo. Todo es tiempo de pantalla. Pero el aburrimiento no es un enemigo: es ahí donde surgen ideas, se organiza el pensamiento y se calma el sistema nervioso.