La ciencia nos promete vidas más largas, y la medicina lo confirma con cifras: la esperanza de vida global ha aumentado más de 20 años en el último siglo. Y sin embargo, algo cruje bajo esa promesa: ¿qué sentido tiene vivir 90 años si pasamos 60 atrapados en una videollamada? 🧓💻
Nunca fuimos tan longevos. Pero tampoco tan ansiosos, sedentarios, ni —curiosamente— tan esclavos del tiempo.

De la jubilación a los 50 al burnout a los 35
Hace apenas unas décadas, el ideal era claro: trabajar fuerte, retirarse temprano y disfrutar el ocaso con algo de dignidad. Hoy, ese sueño parece una película en blanco y negro. Las pensiones se recortan, la edad de retiro se estira como chicle viejo y, en muchos casos, se habla de “jubilaciones activas”, que no son otra cosa que seguir trabajando con otro nombre.
Vivimos más, sí. Pero también vivimos más preocupados por pagar el alquiler, por sostener carreras eternamente competitivas y por mantenernos “relevantes” en un mundo que cambia cada martes.
¿Avance médico o condena tecnológica?
Gracias a la ciencia, evitamos enfermedades que mataban hace un siglo. Pero también hemos creado nuevas dolencias: fatiga por Zoom, ansiedad de inbox, fobia al mensaje de “reunión pendiente”. La ironía es perversa: la medicina alarga la vida, mientras la cultura del trabajo la llena de ruido innecesario.
Y ni hablar de los algoritmos de productividad personal, esas recetas digitales que nos prometen ser “mejores versiones de nosotros mismos” mientras nos exigen rendir como si fuéramos versiones beta de una app que nunca deja de actualizarse.
¿Qué haremos con todo ese tiempo extra? 🕰️
La longevidad no es solo una victoria de la ciencia; es una pregunta sin responder. ¿Queremos vivir más años si todos se parecen? ¿O necesitamos rediseñar la vida misma?
Porque vivir más para seguir corriendo detrás de metas laborales que no elegimos, es como heredar un castillo sin puertas: majestuoso, pero inhabitable.
Conclusión: ¿viviremos más… o solo más rato?
El problema no es la longevidad, sino la falta de imaginación para vivirla con sentido. Si el sistema no se reinventa, podríamos llegar a los 90 con el reloj de fichar aún encendido. Y entonces, quizá, no se trate de vivir mucho, sino de que nos dejen vivir de otra forma.