📍 En el kilómetro 113 de la Ruta 2, donde el olor a medialuna recién horneada es tan parte del paisaje como los pastos de la llanura bonaerense, Atalaya sigue marcando el rumbo hacia la costa. Pero lo que hoy parece una marca sólida, con franquicias en shoppings y avenidas porteñas, estuvo a punto de desaparecer. Juan Castoldi y Cristian De Cicco, dos primos treintañeros con herencia familiar y nervio emprendedor, contaron a La Escalada cómo salvaron y transformaron el legado de sus abuelos: “Esto fue sangre, sudor y lágrimas”.

Todo comenzó con dos primos españoles y una fonda rutera donde se servía cerdo de cría propia y pejerrey. Décadas después, ya en manos de los Castoldi, Atalaya se volvió ícono del turismo argentino. Pero la marca que parecía inquebrantable colapsó. En 2010 comenzó el derrumbe: embargos, sueldos pagados en cuotas, juicios laborales, empleados desmotivados, y un desprestigio que se extendía incluso en su tierra natal, Chascomús.
⚠️ “Nos odiaban. Íbamos más a Dolores que a nuestras casas”, recuerda Juan. “Pagábamos con monedas, literal”, agrega Cristian. A los 28 y 25 años, respectivamente, estaban solos frente al precipicio. El padre de Juan, expresidente de la firma, había fallecido en 2007. Y los líderes que habían tomado el mando carecían de preparación.

🛠️ La primera tarea fue revertir la cultura interna: limpiar baños, servir mesas, dar el ejemplo. “La gente nos vio arremangarnos y entendió que no éramos mala leche”, dice Juan. El segundo paso fue estratégico: reconcentrarse en lo esencial. Se acabaron los platos rebuscados. Café y medialunas. “Había que enfocarse. Y franquiciar”, resume Cristian.
💡 Pero las franquicias no se entregan a cualquiera. “Hacemos un escaneo del alma. Si no es buena persona, no va. Es la marca de nuestros abuelos”, advierten. El criterio no es sólo financiero: es emocional, casi espiritual. Y así, de a poco, empezaron a emerger: la primera franquicia real fue en La Plata. Tardaron dos años en abrirla. Fue el trofeo más simbólico.
🚀 Hoy, Atalaya está presente en shoppings y avenidas porteñas, pero su esencia sigue en el kilómetro 113. Todo se elabora en Chascomús y se hornea en el momento. Esa es la promesa: medialuna caliente, sabor innegociable, alma familiar.
🧠 “Nos preguntan cómo escalar, cómo tener éxito”, cuenta Cristian. “Y la verdad es que no hay fórmula mágica. Es trabajar 7 días por semana. Los primeros 4 años no ves nada. Pero son los cimientos”.
💬 El consejo que más repiten: “No hay que tener solo objetivos. Hay que tener un plan. Si no, te frustrás”. Y agregan: “Apóyense en los amigos y en la familia. Eso es fundamental”.
🧐 ¿Sabías esto sobre Atalaya? La primera vez que intentaron franquiciar la marca fue en los años 2000, liderados por el padre de Juan Castoldi. Duró apenas seis meses. El fracaso fue tan grande que marcó a fuego la historia familiar… y les enseñó a estos nuevos líderes que nada se improvisa. Por eso, esta segunda oportunidad fue pensada, lenta y medida. Y así, las medialunas que casi desaparecen, hoy tienen olor a futuro.