Un organismo microscópico tiñe los paisajes helados de rojo y acelera el derretimiento del hielo

Un fenómeno tan curioso como alarmante está transformando los paisajes helados del planeta: la llamada “nieve de sangre”. Aunque su nombre remite a escenas dramáticas, no tiene relación con la contaminación ni con ningún derramamiento, sino con la acción de microalgas que florecen en condiciones específicas.

Este fenómeno, visible en regiones como los Alpes y la Antártida, ocurre cuando suben las temperaturas. Allí, las microalgas como la Sanguina nivaloides proliferan en la superficie de la nieve, tiñéndola de un tono rosado o rojizo gracias a un pigmento llamado astaxantina. Este pigmento actúa como un escudo solar natural para proteger a las algas de la radiación UV.

Lo alarmante no es solo el color: la nieve roja absorbe más calor solar que la blanca, acelerando el derretimiento de glaciares y capas de nieve. Según la BBC, mientras la nieve blanca refleja hasta un 90% de la luz solar, la teñida refleja mucho menos, amplificando el calentamiento.

Este proceso genera un círculo vicioso. El deshielo crea más humedad, lo que favorece aún más la proliferación de algas, que a su vez continúan oscureciendo la nieve y acelerando su derretimiento. Se trata de un claro ejemplo de retroalimentación positiva del cambio climático.

Eric Maréchal, investigador citado por Frontiers in Plant Science, advirtió que esta expansión puede alterar ecosistemas enteros, ya que estas algas forman parte de la base alimentaria de los entornos montañosos. Su crecimiento desmedido, además, pone en riesgo la biodiversidad y acelera la desaparición del hielo estacional.

Un estudio publicado en Microbiology Ecology señala que la situación es especialmente crítica en regiones como la Antártida y los Alpes, donde la pérdida de nieve y glaciares ha sido particularmente severa en las últimas décadas.

Aunque las microalgas han estado presentes durante millones de años, su proliferación acelerada es una señal clara de que el planeta está cambiando rápidamente. La “nieve de sangre” deja de ser un fenómeno aislado para convertirse en un indicador más del impacto real y urgente del calentamiento global.