Un equipo de científicos de la Universidad de Pensilvania descubrió que la hidralazina —uno de los medicamentos más antiguos utilizados para controlar la presión arterial— podría tener una función inesperada y trascendental: frenar el crecimiento de tumores cerebrales agresivos. El hallazgo, publicado en Science, reabre el interés por fármacos tradicionales y muestra cómo una molécula conocida desde hace décadas puede tener usos completamente nuevos.
Un medicamento antiguo con un mecanismo aún desconocido
La hidralazina se desarrolló mucho antes de la era de la medicina molecular, pero se convirtió en una herramienta fundamental para tratar la hipertensión y la preeclampsia, una complicación grave que afecta a mujeres embarazadas. A pesar de su uso extendido, nunca había quedado del todo claro cuál era su mecanismo preciso de acción.
El médico-científico Kyosuke Shishikura, de la Universidad de Pensilvania, explicó que se trata de “uno de los vasodilatadores más antiguos jamás desarrollados”, y que continúa siendo un tratamiento de primera línea para la preeclampsia.
La enzima ADO, un sensor de oxígeno clave en el cuerpo
El estudio reveló que la hidralazina actúa inhibiendo una enzima llamada 2-aminoetanotiol dioxigenasa (ADO), responsable de detectar los niveles de oxígeno en los tejidos. La ADO funciona como una alarma molecular: cuando el oxígeno disminuye, activa señales bioquímicas de emergencia. La hidralazina bloquea esta alarma, provocando que ciertas proteínas reguladoras (RGS) se mantengan estables y eviten la contracción de los vasos sanguíneos. Ese mecanismo reduce la presión arterial al favorecer la relajación de la musculatura lisa.
La bioquímica Megan Matthews explicó que la ADO desencadena respuestas inmediatas ante la falta de oxígeno, por lo que su inhibición altera de manera directa la señalización del calcio, un regulador central del tono vascular.
Implicancias en el tratamiento del glioblastoma
El trabajo científico también demostró que la ADO cumple un rol crítico en la supervivencia de las células de glioblastoma, uno de los tumores cerebrales más agresivos. Esta enzima permite que las células cancerosas modifiquen su metabolismo y soporten ambientes pobres en oxígeno, característicos de la progresión tumoral.
Al bloquear la ADO con hidralazina, los investigadores observaron que las células tumorales entraban en un estado de senescencia, es decir, dejaban de dividirse. Este freno en el crecimiento tumoral ocurre sin causar inflamación adicional ni generar resistencia temprana, un desafío frecuente en la oncología.
Una colaboración interdisciplinaria
El avance fue posible gracias a la cooperación entre bioquímicos de la Universidad de Texas —quienes emplearon cristalografía de rayos X para visualizar cómo la hidralazina interactúa con el núcleo metálico de la ADO— y neurocientíficos de la Universidad de Florida, encargados de evaluar los efectos del fármaco en células de glioblastoma.
Los resultados confirman que un medicamento clásico, empleado durante generaciones, podría transformarse en una herramienta para tratar uno de los tumores más difíciles de combatir.
Nuevas perspectivas terapéuticas
Matthews señaló que comprender el funcionamiento molecular de la hidralazina abre puertas para desarrollar fármacos más selectivos y seguros, especialmente en la hipertensión durante el embarazo, donde el margen terapéutico es delicado.
Al mismo tiempo, sienta las bases para diseñar inhibidores de ADO capaces de atravesar la barrera hematoencefálica, una condición clave para que los tratamientos lleguen de forma efectiva al tejido cerebral.
El equipo ya trabaja en compuestos más específicos, orientados a potenciar el efecto antitumoral y minimizar efectos secundarios. La investigación continúa con el objetivo de reevaluar medicamentos tradicionales y encontrarles nuevas aplicaciones en enfermedades complejas.
