En China, un padre desesperado por el desempleo crónico de su hijo decidió contratar sicarios virtuales para eliminarlo sistemáticamente en su videojuego favorito. No, no estamos hablando de un episodio de Black Mirror, sino de un caso real que revela, entre líneas, las tensiones entre generaciones, pantallas y expectativas.
El joven de 23 años pasaba horas inmerso en un MMORPG (juego de rol multijugador masivo en línea), ajeno al reloj biológico del capitalismo. Mientras su personaje subía de nivel, su vida laboral quedaba en pausa. El padre, que ya había agotado los sermones y las indirectas pasivo-agresivas, decidió tomar una medida extrema: contratar a jugadores expertos para que “mataran” al avatar de su hijo cada vez que iniciara sesión.

Un plan: cruel, brillante, desesperado
Durante días, el joven fue derrotado una y otra vez por enemigos que parecían tener algo personal con él. Y lo tenían: eran asesinos a sueldo pagados por su propio padre.
Lejos de reaccionar con furia, el hijo entendió el mensaje: “mi viejo está desesperado”. Aunque no cambió radicalmente su postura —dijo que prefería esperar una oferta laboral más alineada con sus intereses—, el episodio abrió una conversación necesaria sobre futuro, adultez y esa frontera borrosa entre evasión y sobrevivencia.
¿Qué nos dice esta historia?
Nos habla de mucho más que un gamer y un padre estresado.
Nos habla de:
- Una generación que creció con sueños que ya no encajan con la realidad laboral.
- Padres que fueron educados para “hacer lo que hay que hacer”, y ahora ven a sus hijos haciendo lo que quieren… o nada.
- Un sistema que promete oportunidades, pero ofrece ansiedad, sobrecalificación y contratos temporales.
Y de paso, nos habla de videojuegos como territorio de resistencia emocional, donde muchos jóvenes encuentran identidad, comunidad y logros… frente a un mundo offline que les devuelve precariedad y frustración.
Cuando la evasión es más habitable que el mundo real
No es casual que el padre haya tenido que entrar al juego para encontrar a su hijo.
Tal vez porque fuera del juego, ya no había diálogo posible.
Tal vez porque en la vida real, el padre también se siente un poco perdido.
Y en esa escena absurda —un padre contratando sicarios digitales para llamar la atención de su hijo adulto— aparece una metáfora tremenda:
La guerra entre generaciones ya no se da en la mesa familiar, sino en servidores remotos y mundos paralelos.
Conclusión
No sabemos si el joven encontró trabajo.
Pero el padre encontró algo mejor: una forma de ser escuchado.
Y en tiempos donde la incomunicación es la verdadera pandemia silenciosa, eso ya es mucho.