Saltamos de una historia a otra con la misma rapidez con la que deslizamos un dedo en la pantalla. Mientras plataformas como TikTok o Instagram Reels dominan el ritmo de nuestro entretenimiento, las series y películas largas empiezan a parecer… demasiado.
La cultura del fast content —contenido rápido, breve y directo— cambió por completo nuestra forma de consumir narrativas. Hoy, una serie con capítulos de más de 40 minutos puede sentirse como una maratón.
La clave está en la sobreexposición de estímulos. Vivimos en un mundo donde todo compite por nuestra atención. Desde un video gracioso hasta una receta en 30 segundos, pasamos horas consumiendo fragmentos cortos, fáciles de digerir y con gratificación inmediata.
Esto genera lo que varios psicólogos llaman “agotamiento cognitivo por multitarea digital”. Nos cuesta cada vez más quedarnos quietos, en silencio, y engancharnos con una sola historia larga sin mirar el celular, cambiar de app o revisar notificaciones.
Un estudio de Microsoft reveló que el tiempo promedio de atención en pantalla es de solo 8 segundos, menos que el de un pez dorado. Y aunque no es tan literal, sí refleja una tendencia: la atención sostenida se volvió un bien escaso.
Muchas personas prefieren ver 5 capítulos de 20 minutos antes que una película de 90. ¿La diferencia? La percepción de control. En una serie sentimos que podemos pausar o decidir cuándo seguir. Además, los capítulos cortos se adaptan mejor a nuestros hábitos fragmentados: ver algo mientras cocinamos, viajamos o antes de dormir.
Esto también explica el auge de las miniseries o los “limited series”, que ofrecen tramas intensas, rápidas y cerradas, sin compromiso a largo plazo.
Las plataformas de streaming lo saben. Netflix, por ejemplo, viene apostando fuerte a películas con estructuras de guión que “enganchen” en los primeros 5 minutos, sin largas introducciones ni desarrollo lento. En paralelo, TikTok ya prueba formatos de contenido serializado, donde un usuario cuenta una historia en partes, como si fuera una serie de microepisodios verticales.
Incluso Hollywood se adapta: algunos estudios están explorando versiones divididas de películas largas, o lanzamientos simultáneos en partes (como pasó con Dune o Stranger Things 4, donde los episodios se sintieron como mini películas).
Para algunos especialistas, este fenómeno no significa que la gente haya dejado de interesarse por las historias profundas, sino que cambiaron los formatos y los tiempos. Es posible contar historias potentes en pocos minutos, y muchas veces esa brevedad es parte del arte.
Lo que queda claro es que el contenido se volvió líquido: se adapta al ritmo de vida, al cansancio y a las nuevas formas de estar en el mundo. No es que no queramos ver algo largo. Es que, tal vez, estamos buscando otras formas de conectar.