En un recorrido por los hitos futbolísticos y la trayectoria política del máximo ídolo boquense, se conmemora una década desde el último encuentro de Juan Román Riquelme en el equipo xeneize. Sin previo aviso, Riquelme se despidió ante su público en un partido que quedaría grabado en la memoria de los aficionados.
Desde sus inicios en Boca, Riquelme demostró su genialidad tanto dentro como fuera del campo. Con su debut, ya evidenciaba su carácter indomable y su habilidad para liderar en el terreno de juego. Rápidamente se ganó el corazón de la hinchada, convirtiéndose en un referente indiscutible del club.
Uno de los momentos más emblemáticos de su carrera fue su participación en la final de la Copa Libertadores de 2000 contra el Real Madrid en Tokio. Su destacado desempeño lo consagró como un verdadero estratega y llevó al equipo a la victoria en una gesta inolvidable.
Pero más allá de sus logros deportivos, la figura de Riquelme trascendió lo futbolístico para adentrarse en el terreno político. Su regreso a Boca en 2007, auspiciado por Mauricio Macri en plena campaña electoral, marcó el inicio de una nueva etapa tanto para el club como para el país.
Sin embargo, su última etapa como jugador estuvo marcada por momentos de altibajos. Aunque su magia seguía presente en cuentagotas, dejó destellos de su genialidad en partidos memorables. Pero fue su último partido, bajo la lluvia y el viento, contra Lanús, el que selló su despedida de manera peculiar.
En un gesto casi surrealista, Riquelme prescindió de la pelota en un movimiento insólito que quedó grabado en la memoria colectiva. Este acto simbólico, que sorprendió a propios y extraños, se convirtió en el epílogo perfecto para la carrera de un jugador que siempre desafió las convenciones del fútbol.
Diez años después, el legado de Riquelme sigue vigente en Boca y en el fútbol argentino. Su paso por el club dejó una huella imborrable, y su influencia trasciende las fronteras del deporte para convertirse en un ícono cultural y político de la Argentina contemporánea.