Rusia está intensificando su influencia en América Latina mediante la expansión de tecnología de vigilancia cibernética en varios países de la región, según un reciente informe de la Universidad Internacional de Florida en colaboración con el Comando Sur de Estados Unidos. Esta investigación revela cómo Moscú ha proporcionado sistemas de vigilancia que se han vuelto claves para la estabilidad de regímenes como los de Nicaragua, Venezuela y Cuba, comprometiendo la seguridad nacional y los datos de estos países.
El informe, elaborado por el analista Douglas Farah, detalla la operación de tecnología avanzada de espionaje ruso, como el sistema SORM-3, en el complejo militar de Cerro Mokorón en Nicaragua, utilizado para interceptar comunicaciones y monitorear transacciones digitales. Este sistema también ha sido identificado en Caracas, en la base militar de Fuerte Tiuna.
Vigilancia estratégica y represión
Desde su instalación en 2017, la estación de Cerro Mokorón ha jugado un rol crucial en la represión de las protestas nicaragüenses de 2018, facilitando la identificación de los líderes de las manifestaciones. Además, esta instalación está conectada a otras ocho estaciones rusas de espionaje en el país, lo que refuerza la cooperación militar entre Rusia y Nicaragua.
La influencia rusa se extiende también al entrenamiento policial, con un centro en Managua que, según el presidente Daniel Ortega, ha sido instrumental para sofocar la disidencia política, especialmente tras los disturbios de 2018. Rusia ha dotado a Nicaragua de herramientas para la vigilancia y control de las comunicaciones, bajo el pretexto de la formación de fuerzas de seguridad.
Expansión en la región y penetración digital
Más allá de su influencia directa en Nicaragua, Rusia ha estado diseminando su tecnología de vigilancia cibernética en otros países latinoamericanos como Argentina, Brasil, Perú y Cuba. Empresas rusas, como SearchInform, han logrado acceder a bases de datos sensibles de gobiernos en Argentina y Paraguay, comprometidos con el manejo de datos policiales y financieros.
Rusia también ha desplegado “agregados digitales” en sus embajadas para promover la venta de soluciones de software como Dialog, una aplicación de mensajería supuestamente segura que abre la puerta a la recolección de datos masivos por parte de Moscú.
Amenaza a la seguridad y cooperación criminal
El informe advierte que esta tecnología no solo está al servicio de gobiernos, sino que también podría haber sido adquirida por grupos criminales transnacionales y carteles, que buscan aprovechar las capacidades de espionaje ruso para sus propios fines. Se cree que organizaciones delictivas en Paraguay, Honduras y México han accedido a estas tecnologías, según fuentes confiables.
Esta expansión tecnológica rusa en el “patio trasero” de EE.UU. representa un desafío tanto para la democracia como para la seguridad de la región, debilitando la soberanía de los países afectados y, en última instancia, representando una amenaza estratégica para Estados Unidos.
Curiosidad: El sistema SORM-3 no es nuevo; tiene sus raíces en la época soviética, cuando se desarrollaron las primeras versiones para monitorear comunicaciones internas en la URSS. Sin embargo, su evolución ha permitido que hoy sea uno de los sistemas de vigilancia más avanzados del mundo.