River y su efecto boomerang: los que vuelven, el cupo que aprieta y el dilema sin gol

El mercado de pases para River Plate arranca con una paradoja tan conocida como incómoda: no se trata tanto de quién puede llegar, sino de quién no debería volver. Mientras el club afila sus ambiciones de cara al Mundial de Clubes 2025, se enfrenta a un problema que no viene de Europa, ni de Arabia, ni de los scouts, sino de la más inofensiva de las palabras en los contratos: “cesión con retorno”.

El caso Bareiro: un regreso sin lugar

Adam Bareiro, delantero paraguayo, retorna tras su préstamo en el Al-Rayyan de Qatar, donde tuvo una performance aceptable (6 goles y 5 asistencias en 17 partidos). Pero aceptable no es suficiente en Núñez. Antes de ser cedido, había pasado 567 minutos sin marcar ni asistir, como un actor que se sube al escenario y olvida el guion.

Marcelo Gallardo —retornado también, en una de esas vueltas circulares tan riverplatenses— ya dejó claro que sus prioridades ofensivas pasan por Sebastián Driussi, Miguel Borja (aún en proceso de nacionalización) y un nuevo delantero que ya pidió con énfasis. Bareiro, con todo respeto, parece una ficha repetida en un rompecabezas nuevo.

El obstáculo legal: los extranjeros de más

Pero el problema no es solo futbolístico. Con su retorno, River llega al límite permitido de seis jugadores extranjeros en el plantel profesional. Y aunque algunos (como Paulo Díaz) ya resolvieron esa cuestión con la nacionalización, otros —como Borja o Boselli— siguen ocupando lugar.

Resultado: si Bareiro se queda, no puede venir otro extranjero. El margen de maniobra se reduce, justo cuando River necesita refuerzos quirúrgicos, no lastres contractuales.

¿Qué hacer con los que vuelven?

River no solo espera a Bareiro. Hay una fila de jugadores con valijas en la puerta:

  • Andrés Herrera (Columbus Crew): opción de compra razonable. ¿La activarán?
  • Héctor David Martínez (Inter Miami): 3 millones por el 100%. Negocio redondo si el Inter compra.
  • Oswaldo Valencia (Cúcuta Deportivo): una incógnita, más cercana a la estrategia de vidriera que al proyecto deportivo.

Cada uno representa una posible complicación si no se concreta su salida. Porque además de los cupos, hay otra moneda en juego: la planificación. Gallardo, obsesivo y táctico, necesita certezas para armar un equipo que pelee seriamente el Mundial de Clubes. Y no se puede planificar con un banco lleno de “tal vez”.

El Mundial de Clubes como escenario (y presión)

La vara está alta: River comparte grupo con Inter de Milán, Monterrey y Urawa Red Diamonds, y debuta el 17 de junio en Seattle. La competencia no perdona improvisaciones. Tener una plantilla optimizada, sin jugadores colgados ni cupos saturados, ya no es una comodidad: es una obligación táctica.

¿Podrá River resolver estas ecuaciones a tiempo? ¿Habrá lugar para Bareiro… o será víctima de ese destino que castiga a los que vuelven sin haber brillado?

Porque si algo enseña el fútbol —como la vida— es que no todos los regresos son celebrados. Algunos, simplemente, incomodan.