Florence Poirel, una ingeniera de software de 37 años, sorprendió al mundo al dejar su puesto en Google en Zúrich, donde cobraba casi 390 mil dólares anuales, para dedicarse a algo más simple pero profundamente valioso: vivir plenamente con su pareja y disfrutar de su tiempo libre.
🏞️ “La vida es demasiado corta para gastarla trabajando todo el día”, reflexionó en diálogo con CNBC Make It, tras asegurar que lo que la impulsó a tomar esa decisión no fue el agotamiento ni un ambiente tóxico, sino la convicción de que hay algo más importante que escalar posiciones corporativas.
❤️ El amor como brújula
👫 Junto a su pareja Jan, también exempleado de Google y 17 años mayor que ella, Florence se dio cuenta de que no quería esperar a la jubilación para disfrutar la vida con él.
“Para ese entonces, él sería mucho mayor… Yo no quería perder ese tiempo”, confesó.
💸 La pareja había ahorrado alrededor de 1,5 millones de dólares para abril de 2024, cuando decidieron dar juntos ese “salto de fe” y comenzar lo que ella misma describe como una “mini jubilación”.
🌍 Una rutina sin jefes ni reuniones
🏊♀️ Desde entonces, Florence vive días que jamás imaginó en la rutina techie: nada en el lago de Zúrich, acompaña a mujeres como coach profesional, viaja con Jan y pasa tiempo al aire libre, sin horarios ni correos corporativos.
📆 “Pensé que me iba a aburrir… Pero ha pasado un año y medio y no me aburrí ni un segundo”, aseguró.
📌 No descarta volver al trabajo, pero solo en sus propios términos: a tiempo parcial o en algo que le resulte realmente significativo.
🌺 La vida, con otros ritmos
🧘♀️ Florence concluyó con una frase que resume su decisión:
“La vida es hermosa. Es demasiado triste pasarla trabajando cuando se puede pasar entre naturaleza, seres queridos y haciendo lo que nos da felicidad de verdad”.
🔎 Curiosidad que pocos conocen:
🇩🇪 En Suiza, donde vivía Florence, el salario promedio ronda los USD 85.000 anuales, lo que significa que su sueldo en Google era más de cuatro veces superior al ingreso medio del país. Sin embargo, aún con ese ingreso, priorizó algo que el dinero no compra: el tiempo bien vivido.