¿Qué pasa con nuestra identidad cuando sentimos que todo lo que hacemos ya fue hecho? ¿Y si ser reemplazables no fuera una amenaza externa, sino una herida interna que no para de doler? En tiempos de inteligencia artificial, hiperconectividad y contratos fugaces, la ansiedad de destacar se vuelve casi tan desgastante como el trabajo en sí.
¿Quiénes somos cuando ya no tenemos un escritorio con nombre? ¿Qué nos sostiene cuando el mail institucional desaparece? En la era de los freelancers, los creativos multitasking y los contratos por proyecto, una pregunta silenciosa se vuelve cada vez más fuerte: ¿soy reemplazable?
Este miedo, tan íntimo como colectivo, afecta a miles de trabajadores independientes que navegan a diario entre la libertad de elegir sus tiempos y la angustia de no saber si mañana tendrán trabajo. ¿Dónde queda el propósito cuando todo es temporal? ¿Qué pasa con la autoestima cuando lo que hacés podría hacerlo, en segundos, una máquina?
El miedo a ser reemplazable es una sensación cada vez más frecuente entre trabajadores freelance, creativos, comunicadores, diseñadores, redactores y programadores, especialmente en contextos donde la inteligencia artificial y la automatización parecen avanzar más rápido que nuestras certezas.
Este fenómeno crece en redes sociales, en grupos de freelancers y en sesiones de terapia. La urgencia por “llegar primero”, “saber todo” o “ser perfecto” ya no responde solo a la productividad, sino a la necesidad de validar que aún tenemos un lugar.
La narrativa emprendedora dice que el freelance elige: sus clientes, sus horarios, sus proyectos. Pero la realidad muchas veces se siente más parecida a estar siempre en búsqueda de aprobación. No hay días libres si no hay ingresos. No hay seguridad si cada entrega puede ser la última.
Y, en el fondo, hay una presión invisible que nos recuerda que si no lo hacés vos, lo hará otro. O lo hará una IA.
El algoritmo no duerme, y vos tampoco: En redes como X (ex Twitter), LinkedIn o TikTok, se ven cada vez más publicaciones donde los freelancers exponen sus “burnouts”, las crisis existenciales detrás del contenido perfecto y la ansiedad de no poder parar.
Una usuaria escribió: “Hoy me levanté a las 3 AM porque soñé que un cliente me pedía un reel y yo no lo había entregado. Trabajo para mí, pero no descanso nunca.”
Otra historia se volvió viral en TikTok cuando una diseñadora mostró su cronograma de entregas semanales: no tenía pausas ni fines de semana. El video, en tono de humor, cerraba con un cartel: “Si me buscan, estoy tratando de no desmayarme”.
Según Sofía M., psicóloga especializada en dinámicas laborales, el trabajo freelance toca fibras muy sensibles de la identidad: “El freelancer está en constante exposición, y eso genera una demanda interna muy fuerte. Tiene que demostrar valor todo el tiempo, porque no hay una estructura que lo respalde. Esto puede generar mucha ansiedad y una sensación crónica de insuficiencia.”
En otras palabras, el problema no es solo que el trabajo sea inestable. Es que el trabajador también siente que su propio valor personal depende del rendimiento, los likes o la aprobación externa.