No todas las personas sienten alegría al armar el árbol de Navidad, y la psicología ofrece varias explicaciones para este fenómeno. Mientras que para algunos la decoración navideña simboliza unión, calidez y celebración, para otros puede activar recuerdos melancólicos, estrés acumulado o sensaciones de tristeza que vuelven difícil conectar con el espíritu festivo.
En la infancia suele predominar la expectativa por los regalos y la ilusión, pero en la adultez aparecen factores como las pérdidas, los conflictos familiares no resueltos o los cambios en la propia vida, que pueden influir en la disposición hacia rituales como armar el árbol. Para muchas personas, evitar esta tradición funciona como una forma de autocuidado o de regular la carga emocional en un período demandante.
El doctor Rolando Salinas (MN 72241), jefe de Salud Mental del Hospital Alemán, explicó que las fiestas suelen ser sinónimo de encuentro, pero también contienen un fuerte componente de estrés: organización de reuniones, balances del año, responsabilidades laborales y preocupaciones que elevan los niveles de ansiedad. A esto se suman los duelos por personas ausentes, tanto por fallecimientos como por hijos que emigraron, un punto que —según el especialista— se vive con especial intensidad en la actualidad.
Los cambios en las estructuras familiares tradicionales también modificaron la manera de atravesar las fiestas. Nuevas dinámicas, familias ensambladas y vínculos más complejos hacen que diciembre sea un momento emocionalmente movilizante para muchas personas.
Por qué algunas personas prefieren no armar el arbolito
Según los expertos, existen múltiples motivos que pueden influir en la decisión de no armar el árbol:
- Presión emocional por aparentar alegría: la obligación social de “estar bien” puede generar rechazo en quienes no se sienten conectados al clima festivo.
- Cansancio de fin de año: el agotamiento por cierres laborales, compromisos y preocupaciones financieras deja poco espacio para rituales adicionales.
- Duelo por personas ausentes: tanto por fallecimientos como por distancias geográficas.
- Soledad: quienes no cuentan con una red de apoyo suelen vivir la época con mayor sensibilidad.
- Preferencias personales: algunos prefieren rituales simples o alternativos que conecten más con sus valores y necesidades.
Cada una de estas razones muestra que no existe un único modo correcto de vivir la Navidad.
Perfiles de personalidad navideña
El sociólogo Thomas Henricks identificó cuatro perfiles que suelen aparecer durante esta época, cada uno con sus propias tensiones:
- El controlador: quiere que todo salga perfecto y según lo planeado, lo que puede generar estrés y tensiones familiares.
- El forastero: personas que eligen no participar de celebraciones públicas o que se sienten ajenas al clima festivo.
- El atrapado: quienes asisten a reuniones por obligación, aun cuando preferirían evitarlas.
- El sobrecargado: la mayoría, con poco tiempo, energías al límite y múltiples demandas simultáneas.
Cómo transitar una Navidad más amable
Los especialistas coinciden en que planificar con anticipación, distribuir tareas y bajar expectativas es clave para aliviar la tensión. El doctor Salinas recomienda priorizar los vínculos significativos por encima de los detalles menores. Henricks, por su parte, propone elegir con criterio el nivel de participación social que cada uno puede sostener y buscar formas personales de expresar afecto.
La Navidad, para muchos, puede ser una oportunidad para reconectar con lo que realmente importa y adaptar las tradiciones a las propias necesidades emocionales.
