Sin prejuicios, pero con mucha fantasía, comunicación e intensidad en lo que a la sexualidad respecta. Algo de esto es lo que define a quienes se entregan al sexo kinky, que incluye a una gran cantidad de prácticas que se caracterizan por ser diversas, disidentes, personales, colectivas, no normativas y con perspectiva de goce.
Todo aquello que se ubique fuera de los límites de lo tradicional podría ser una práctica sexual kinky, señaló a Clarín la médica ginecóloga y sexóloga Bárbara García.
Según ella, puede describirse como lo opuesto al sexo tradicional (también denominado “sexo vainilla“), entendiendo a éste como un “mandato histórico, sin diversidad, sin juegos de roles y sin interpelación del deseo ni del erotismo“. Por eso en el sexo kinky lo clásico, la monotonía y la rutina no tienen lugar.
Se trata de un camino progresivo (y cada vez más popular) donde las personas van experimentando con diferentes situaciones. Para ello -si es que hay un compañero o una compañera con quien llevarlas a cabo- es clave tener en cuenta una estrategia a la hora de introducir estas prácticas.
“Primero, hablando sobre las mismas; luego, generando acuerdos y, finalmente, analizando la vivencia sobre el resultado de ellas”, dijo García (en Instagram, @sexualidadeslibres) al tiempo que resaltó la importancia de la comunicación para quienes ingresen a este mundo.
Todo lo que incluye el sexo kinky
Si hubiera que hacer un ranking de prácticas incluidas dentro del sexo kinky el diálogo erótico estaría a la cabeza, explicó la médica.
“Contar fuera del encuentro sexual qué nos erotiza, cuáles son nuestras fantasías y morbos con un enfoque positivo puede ser algo muy sexy. Además nos abre la puerta a ver qué le pasa a las otras personas cuando hablamos de esto”.
Otras prácticas destacadas son:
- Los juegos de roles.
- Las performances.
- Los mapas del placer no genitales.
- Los encuentros con distintos accesorios, objetos y juguetes sexuales (con texturas, colores, vibración, succión, sogas, alimentos, fustas, látigos y aromas).
- Los encuentros al aire libre o en lugares no habituales.
García aseguró que los beneficios del sexo kinky son múltiples si se incorpora al diálogo como una herramienta para el antes, el durante y el después del encuentro erótico.
Por un lado, explicó, se genera confianza sexual; y, por el otro, produce intimidad (aunque sea la primera vez que las personas involucradas se vean).
“Estas variables quedan registradas en nuestro cerebro en un circuito de recompensa. Al recordar la práctica kinky seguramente las personas podrían excitarse aun sin tocar su cuerpo. Esto es debido a que la experiencia fue grabada en la memoria emotiva, la cual podemos evocar y traer al momento presente, para excitarnos otra vez”, afirmó.
“Hoy la sociedad y la cultura buscan apropiarse de lo kinky visibilizando la diversidad del goce, siempre con consenso y consentimiento y libres de miedos, mitos y tabúes”, cerró la sexóloga.