Práctica sexual, muerte y condena: el caso que sacude al CONICET

Luciana Teresita Bustos fue condenada a cadena perpetua por el crimen de su amigo Marcelo Amarfil. El hecho ocurrió en un contexto de juego sexual. ¿Dónde termina el consentimiento y empieza el delito?

San Juan. Enero de 2024. Un caso estremecedor sacudía el inicio del año judicial argentino: el hallazgo del cuerpo de Marcelo Amarfil, hallado sin vida tras un encuentro íntimo con Luciana Teresita Bustos, investigadora del CONICET. Lo que a primera vista parecía una tragedia aislada, pronto se convirtió en un debate nacional sobre consentimiento, prácticas sexuales no convencionales y justicia.

Este mayo de 2025, la Justicia fue contundente: prisión perpetua para Bustos, por homicidio agravado por el vínculo. La sentencia se basa en la relación de cercanía entre ambos y en la presunción de que existió intención de matar. Bustos, por su parte, se defendió: aseguró que actuó en legítima defensa, luego de que Amarfil intentara abusar de ella durante una práctica BDSM.

Durante el juicio, se debatió con profundidad el tipo de relación que unía a Bustos y Amarfil: eran amigos, compartían una dinámica íntima basada en el BDSM (bondage, disciplina, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo), donde el consentimiento explícito es una regla central.

Sin embargo, el tribunal sostuvo que no hubo elementos suficientes para acreditar una agresión previa de Amarfily que Bustos ejecutó un acto planificado que terminó con la vida de su amigo. Las pruebas presentadas incluyeron mensajes previos, elementos encontrados en la escena y peritajes psicológicos.

El caso reabre una vieja grieta en la mirada judicial: ¿qué pasa cuando el consentimiento en una práctica sexual extrema se rompe? ¿Quién define dónde termina el juego y comienza la violencia?

Un crimen, una sentencia, muchas preguntas.La condena de Bustos no solo impactó por el vínculo con la víctima, sino también por su perfil: mujer, profesional, científica del CONICET, sin antecedentes penales. La sentencia deja al descubierto cómo el sistema judicial argentino aún no cuenta con herramientas suficientes para lidiar con relaciones complejas, en las que se mezclan sexualidad, amistad y poder.

En redes sociales y medios de comunicación, el fallo generó posiciones encontradas. Algunos consideran que la sentencia fue justa, otros sostienen que hubo sesgos de género o desconocimiento sobre las dinámicas de consentimiento en prácticas no convencionales.

Lo cierto es que la prisión perpetua de Bustos marca un antes y un después en el tratamiento legal del consentimiento sexual. ¿Puede alguien ser condenado por homicidio en un contexto donde las reglas del juego estaban preestablecidas? ¿O la Justicia sigue viendo con sospecha aquello que escapa de lo normativo?