El consumo de pornografía, históricamente asociado a la mirada masculina, atraviesa transformaciones: cada vez más mujeres se interesan en estos contenidos, aunque con un efecto diferente al de los varones. Sin embargo, los especialistas advierten que cuando el uso deja de ser recreativo y se convierte en compulsivo puede tener consecuencias en la vida cotidiana y en la salud sexual.
El porno tradicional se presenta sin preámbulos: sin espacio para el erotismo ni el conocimiento previo, la relación gira en torno al coito y la genitalidad. El guion predominante responde a una lógica heteronormativa: un rol masculino dominante frente a una mujer sumisa. Incluso en el porno homosexual, suele repetirse la división activo/pasivo, con poca versatilidad en los roles. La diversidad se refleja más en la variedad de propuestas de la industria que en la ruptura de este esquema narrativo.
Recreación vs. compulsión
Los especialistas diferencian el consumo recreativo de la adicción. En el primer caso, la persona puede controlar la conducta y no experimenta abstinencia ni alteraciones en su vida diaria. En cambio, la adicción a la pornografía implica un deseo irrefrenable de consumir, largas horas frente a las pantallas y una expectativa permanente de volver a conectarse.
La compulsión puede ser no autopercibida (cuando el consumidor normaliza la conducta, no registra consecuencias y la justifica con frases como “necesito hacerlo para descargarme” o “es la única manera de dormir”) o autopercibida (cuando la persona reconoce el problema, siente culpa y angustia por la falta de control, aunque no lo interprete como un trastorno).
Consecuencias en la salud sexual y emocional
Estudios recientes (Revista Medicina Sexual, 2021) muestran que la conciencia de un consumo compulsivo se asocia a disfunciones sexuales, en particular disfunción eréctil y trastornos eyaculatorios. También incide en la autoestima: la comparación con actores porno puede generar una percepción negativa sobre la anatomía o el desempeño sexual propio, lo que incrementa sentimientos de incompetencia.
En algunos casos, esta autoexigencia lleva a los hombres a centrar su atención en complacer a su pareja con prácticas manuales u orales para compensar lo que perciben como bajo rendimiento, lo que a su vez puede agravar los problemas de erección.
Claves para el abordaje
Si bien la compulsión no siempre se reconoce como tal, cuando existe autopercepción aumenta la posibilidad de buscar ayuda profesional. Para los terapeutas, identificar estas conductas es clave: no solo permiten intervenir sobre la adicción sino también prevenir o tratar disfunciones sexuales asociadas.