Más que una tendencia estética, las prendas suaves y aterciopeladas funcionan como una especie de abrazo sensorial que ayuda a regular el estrés y a dormir mejor.

En un mundo que corre rápido y exige sin parar, la ropa también está empezando a cumplir otra función: la de cuidarnos. No solo vestirnos. No solo vernos bien. Cuidarnos de verdad. Y en ese gesto silencioso, las prendas peluchito –esas que se sienten como una caricia– se están volviendo protagonistas de algo mucho más profundo que un outfit.
Lo ves en redes, lo ves en locales, lo sentís cuando pasás la mano por un sweater y pensás: quiero vivir adentro de esto. Es que la tendencia de lo suave no solo habla de moda. Habla de la necesidad de tocarnos con amabilidad, de envolvernos en algo que nos recuerde que el cuerpo también necesita descanso, abrigo, suavidad.
Y no es casualidad que vuelva con fuerza. En tiempos de ansiedad crónica y sobrecarga emocional, el terciopelo, el plush, la tela tipo minky o los tejidos esponjosos funcionan como reguladores sensoriales. Al tacto, estas texturas activan receptores en la piel que estimulan la liberación de endorfinas: esas sustancias que alivian el dolor y nos hacen sentir bien. Básicamente, es como si un buzo nos dijera: “tranqui, estás a salvo acá adentro”.
El ritual del abrigo: dormir con aguateros suaves

Y si de abrigo emocional hablamos, hay otro detalle que suma a esta microtendencia de autocuidado nocturno: los clásicos aguateros. Sí, esas bolsas de agua caliente de toda la vida, que se usaban para la panza o los pies, ahora vienen con fundas de terciopelo ultra suave, diseñadas especialmente para ser parte de la rutina de descanso.
No es solo para el frío. El impacto va más allá: ese calorcito sostenido, combinado con una textura amable, puede relajar los músculos, aflojar pensamientos repetitivos y generar una sensación de protección muy similar al contacto físico con otra persona. ¿Te suena? Es porque imita lo que hace un abrazo largo: bajar el ritmo del cuerpo y la mente.
Ya no se trata solo de elegir qué ponerse. Se trata de entender cómo se siente eso que nos ponemos. La moda peluchito no es infantil ni superficial. Es un modo de decirle al cuerpo: te escucho. De incluir el bienestar táctil en nuestra rutina emocional. De elegir prendas que no solo nos gusten estéticamente, sino que también nos regulen cuando el día se vuelve demasiado.