Oksana Masters, la estrella paralímpica que sobrevivió al desastre de Chernóbil y vivió en 3 orfanatos

Oksana Masters: Del desastre de Chernobyl a una leyenda paralímpica

En la primavera de 1986, el accidente nuclear de Chernobyl cambió el destino de miles de personas en Europa del Este. Entre las víctimas indirectas de esta catástrofe se encuentra Oksana Masters, nacida en Ucrania en 1989 con graves malformaciones físicas atribuidas a la radiación liberada durante el colapso de la planta nuclear. A pesar de no haber estado en el lugar del desastre, las secuelas del evento marcaron su vida desde el nacimiento.

Con seis dedos en cada pie, sin pulgares y una pierna más corta que la otra, Oksana enfrentó enormes desafíos físicos. Además, carecía de huesos importantes en ambas piernas, complicando su movilidad y obligándola a someterse a numerosas intervenciones médicas a lo largo de su vida.

La dura infancia en los orfanatos ucranianos

Entregada en adopción a los pocos días de nacer debido a las dificultades económicas de sus padres, Oksana pasó su infancia en tres orfanatos de Ucrania, donde sufrió abusos físicos y emocionales. En varios testimonios, ha descrito los orfanatos como lugares sombríos y peligrosos. “Cuchillos, cigarrillos encendidos, cadenas metálicas” son algunos de los objetos que aún le causan temor, recordándole los horrores que vivió durante esos años.

A pesar de todo, su vida cambió drásticamente a los 8 años, cuando fue adoptada por una madre soltera estadounidense, Gay Masters, y llevada a vivir a Estados Unidos. No obstante, la transición no fue sencilla, ya que seguía luchando con el trauma de su infancia, llegando incluso a dormir en el suelo para evitar los recuerdos dolorosos asociados al abuso en los orfanatos.

Adopción y nuevos desafíos médicos

Tras su adopción, Oksana enfrentó nuevas pruebas, incluida la amputación de su pierna izquierda a los 9 años y, cinco años después, la derecha. Estas cirugías mejoraron su movilidad, pero también representaron un desafío emocional para una niña que ya había pasado por tanto dolor.

Sin embargo, fue en Estados Unidos donde descubrió el deporte, un camino que transformó su vida por completo. El remo adaptado fue su primer amor deportivo, dándole una sensación de control sobre su cuerpo que había perdido durante su niñez. Pronto, este deporte se convirtió en su escape y su fuerza.

Una carrera deportiva estelar

A los 13 años, Oksana decidió dedicarse plenamente al remo, y en 2012 ganó una medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de Londres junto a su compañero de equipo Rob Jones. Con el tiempo, se diversificó hacia otras disciplinas, destacando en esquí nórdico, biatlón y ciclismo. En los Juegos Paralímpicos de Invierno de PyeongChang 2018, ganó dos medallas de oro en esquí, y en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, conquistó dos medallas de oro más en ciclismo.

Oksana Masters es ahora una leyenda del deporte paralímpico, compitiendo en múltiples disciplinas y superando cada reto con una fortaleza inquebrantable. En París 2024, competirá nuevamente en ciclismo, consolidando su estatus como una de las figuras más destacadas del deporte paralímpico internacional.

El deporte como herramienta de sanación

Para Oksana, el deporte no es solo una competición, sino una forma de sanar los traumas de su infancia. A través del esfuerzo físico y la disciplina, ha recuperado el control sobre su vida y su cuerpo. Cada logro deportivo ha sido un paso más en su proceso de sanación emocional, permitiéndole transformar su dolor en una fuente de poder y motivación.

Mirando hacia el futuro

Además de su legado deportivo, Oksana tiene ambiciones personales, como formar una familia con su pareja, el también atleta paralímpico Aaron Pike, y reconectar con su familia biológica en Ucrania. A través de sus memorias publicadas en 2023, espera inspirar a otras personas a superar sus propios obstáculos, tal como ella lo ha hecho.

Oksana Masters sigue siendo un símbolo de perseverancia, utilizando su historia para empoderar a otros y hacer crecer el movimiento paralímpico. Su impacto va mucho más allá de sus medallas, dejando un legado de inspiración y superación personal para futuras generaciones.