Microsoft se prepara para anunciar una nueva ola de despidos —esta vez, con miles de empleados en la mira— como parte de una reconfiguración estratégica enfocada en fortalecer su liderazgo en el campo de la inteligencia artificial. El recorte afectará principalmente a la división de ventas, aunque se contempla su posible extensión a otros departamentos.
Este anuncio, adelantado por Bloomberg, no surge de la nada. En mayo pasado, la compañía ya había prescindido de unos 6.000 trabajadores. El patrón no es difícil de leer: menos manos humanas, más algoritmos. El gigante de Redmond parece seguir el credo contemporáneo de la eficiencia sin fricción, aunque a costa de la estabilidad laboral.

💸 Inversión sin precedentes, pero con factura humana
Mientras ajusta su plantilla, Microsoft proyecta una inversión colosal de 80.000 millones de dólares en infraestructura, con especial énfasis en la ampliación de centros de datos. La meta: eliminar los cuellos de botella que obstaculizan la velocidad de los servicios de IA y mantener a raya a competidores tan colosales como Amazon y Google.
La paradoja es tan antigua como el capitalismo mismo: se invierte como nunca para despedir como siempre. Un progreso que, curiosamente, sigue dejando personas atrás.
📆 Un calendario frío: julio traerá la noticia oficial
Según fuentes internas, el anuncio formal se realizará a comienzos de julio, coincidiendo —qué conveniente— con el cierre del año fiscal. La precisión con la que se alinea la eficiencia contable con las vidas laborales es, al menos, admirable desde un punto de vista técnico. Humano… no tanto.
Actualmente, Microsoft cuenta con 228.000 empleados (cifra registrada en junio del año pasado), pero el número pronto cambiará. No por falta de recursos, sino por un cambio de visión: del capital humano al capital digital.
🤖 IA: ¿progreso inevitable o coartada perfecta?
Este movimiento responde a una tendencia más amplia que atraviesa al sector tecnológico: sustituir modelos de negocio tradicionales por estrategias que prioricen la automatización, la inteligencia artificial y la eficiencia radical. La IA ya no es una herramienta; es la brújula. Pero una brújula que, en su entusiasmo por señalar el futuro, parece perder el norte humano.
¿Qué queda cuando el progreso se mide en despidos y se celebra con gráficos?
El dilema no es solo de Microsoft. Es de todos los que miramos el futuro con asombro, pero también con cierta inquietud.