Wall Street ya no finge: el calentamiento global es inevitable y hay que sacar ventaja.
En un cambio tan brutal como revelador, los grandes jugadores del mundo financiero —incluidos Morgan Stanley, JPMorgan Chase y el Instituto de Finanzas Internacionales— están reconfigurando su visión del futuro: ya no se trata de evitar el desastre climático, sino de capitalizarlo.
Mientras el planeta supera el umbral de los 1,5 °C de aumento y se encamina rápidamente a los 3 °C, los bancos abandonan las promesas de transición energética y apuestan por sectores adaptativos como el aire acondicionado. El mensaje entre líneas es claro: sobrevivir (y ganar dinero) en un mundo en crisis climática ya no es una posibilidad lejana, sino el nuevo paradigma.
Los analistas de Morgan Stanley lo dicen sin rodeos: “Esperamos un mundo de 3 grados”. El mismo tono se repite en informes de JPMorgan, que advierten sobre una “nueva era climática”. La conclusión no surge de la nada: es el resultado de políticas regresivas como la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París y el desmantelamiento de programas de energía renovable, reforzados ahora por la vuelta de Donald Trump al poder.
El impacto no se limita al mundo bancario. Las aseguradoras también están en crisis: incendios, huracanes e inundaciones disparan costos y provocan el retiro de pólizas en estados como California y Florida. Sin embargo, mientras estas compañías se quejan del impacto climático, siguen asegurando empresas de combustibles fósiles. La contradicción es tan evidente como peligrosa.
“El capital solo se moverá a escala cuando la economía tenga sentido”, dijo un vocero del Instituto de Finanzas Internacionales. La frase encierra el verdadero dilema: el sistema financiero global no está dispuesto a perder dinero por salvar el planeta.
El reloj climático avanza, y si hasta los bancos se rinden, ¿quién queda para pelear?