La insólita guerra que lanzó Río de Janeiro contra las máquinas para agarrar peluches

Río de Janeiro, conocida por sus asaltos callejeros, políticos corruptos, milicias violentas y narcotraficantes armados con rifles Kalashnikov, ahora enfrenta un nuevo enemigo: los peluches. Más precisamente, las máquinas de garras o pinzas controladas por joystick que los distribuyen.

El miércoles, la policía de Río realizó 16 allanamientos en busca de estas máquinas, que generan euforia tanto en niños como en adultos. Sin embargo, las autoridades afirman que estas máquinas engañan a los usuarios, haciéndoles creer que atrapar peluches es una cuestión de habilidad, cuando en realidad se trata de juegos de azar similares a las tragamonedas, lo que las hace ilegales según su departamento de prensa.

Durante los operativos, los agentes incautaron máquinas tragamonedas, ordenadores portátiles, tabletas, teléfonos móviles, un arma de fuego y, por supuesto, varios peluches. La policía investiga si grupos del crimen organizado podrían estar detrás de estas máquinas, ya que controlan las tragamonedas y una popular lotería conocida como “Animal Game” en toda la ciudad. En paralelo, la policía del estado de Santa Catarina también ejecutó tres órdenes de allanamiento como parte de la misma operación.

Esta es la segunda redada de este tipo, tras una realizada en mayo, donde se confiscaron 80 máquinas. No solo estaban repletas de peluches falsificados, sino que un análisis de su programación reveló que solo permitían ganar tras un número predeterminado de intentos, según informó la policía el miércoles. El éxito esporádico de estas máquinas se debe a una corriente eléctrica que fortalece las pinzas para sujetar con fuerza el premio, mientras que en otros casos estas permanecen debilitadas, de acuerdo con el comunicado.

Los usuarios, incluidos los niños que gastan su dinero, desconocen esta programación, que convierte la actividad en una apuesta de azar. Estas máquinas se encuentran en centros comerciales, estaciones de metro, supermercados, galerías y jugueterías de Río.

Entre los aficionados a estas máquinas está Alessandra Libonatti, de 41 años, quien ha estado jugando por casi tres décadas. Recuerda la emoción que causaron cuando aparecieron por primera vez en la ciudad; antes solo las había visto en películas. Ahora suele jugar una vez por semana, ya sea sola o en el centro comercial con amigos que comparten su “peculiar” afición.

A Libonatti le gusta la adrenalina de invertir poco dinero y asegura ser experta en el uso de estas garras, perfeccionando su técnica para aumentar las probabilidades de éxito, desde observar el paisaje de peluches hasta posicionar la garra con precisión. Ella aprecia especialmente un manatí con manchas de jaguar que ganó en un viaje a la capital del país.

La oficina de prensa de la policía de Río confirmó que los allanamientos se realizaron para encontrar estas máquinas de garras, ya que se consideran juegos de azar y, por lo tanto, ilegales.

“Cuando paso por una máquina, la miro para ver si hay algún peluche que valga la pena”, contó a The Associated Press. “Porque no siempre vale la pena; a veces es claramente un desperdicio de dinero”.

Si bien estas máquinas de garras solían ser una prueba de habilidad en el pasado, la mayoría de las modernas incluyen programaciones que permiten a los operadores controlar su rentabilidad, según Jeremy Hambly, un entusiasta de las garras de Milwaukee. Hambly, quien administra el canal de YouTube ClawStruck, opina que las probabilidades de ganar deberían estar claramente visibles en las máquinas para que los usuarios las revisen.

En la mayoría de los estados de Estados Unidos, estas máquinas se consideran juegos de azar y están exentas de las leyes de juego, siempre y cuando cumplan con ciertas regulaciones estatales. Los operadores de salas de juego prefieren que los clientes ganen con frecuencia para fomentar la participación continua.

Sin embargo, la situación se ha complicado recientemente para los expertos en garras de Río, como comenta Libonatti, quien atribuye los cambios a ajustes en las máquinas que no pasaron desapercibidos para ella.

“Las máquinas de hoy son una porquería. Las pinzas son más débiles”, escribió en un mensaje de texto a una amiga en abril, al que tuvo acceso la AP.

“¡Sííííí!”, respondió su amiga. “¡He vuelto a las máquinas donde siempre consigo (peluches) y ahora están tan débiles!”

El medio brasileño G1 ha denominado este fenómeno como “la estafa de la garra débil”.

Los casi 13,000 peluches que la policía incautó en mayo estaban destinados a ser destruidos, pero un pedido de legisladores estatales convenció a un juez para que los perdonara. En su lugar, la policía donó los peluches a familias que perdieron sus hogares en las grandes inundaciones del estado de Rio Grande do Sul, especialmente a niños en refugios.

El destino de los peluches confiscados el miércoles aún no está claro.