En un mundo donde el sexo está en todas partes —en los anuncios, en las redes, en las conversaciones casuales—, una paradoja incómoda asoma: los jóvenes están teniendo menos relaciones sexuales que cualquier generación anterior.
Y no es por falta de oportunidades, sino por un clima emocional y social que ha cambiado las reglas del deseo.

📉 El dato que incomoda
Según un estudio publicado por el Journal of the American Medical Association (JAMA), casi un tercio de los hombres entre 18 y 24 años en EE.UU. no tuvo sexo en el último año. La cifra se duplicó desde el año 2000.
Las mujeres también muestran una baja, aunque menos pronunciada.
El General Social Survey, una de las encuestas más completas sobre vida social en Estados Unidos, confirmó la tendencia: los adultos jóvenes hoy tienen menos sexo que en cualquier otro momento desde que se lleva registro (décadas de 1980).
😵💫 ¿Qué pasó con la “generación más liberada”?
La teoría del hedonismo juvenil parece estar en pausa.
A pesar del auge de las aplicaciones de citas, la normalización de la diversidad sexual y el discurso abierto sobre placer, el sexo ya no ocupa el mismo lugar central en la vida joven.
Los expertos han identificado varios factores:
🧠 1. La salud mental como nuevo anticonceptivo
Ansiedad, depresión y burnout emocional son palabras comunes entre los menores de 30 años. La American Psychological Association destaca que la Generación Z es la más estresada de todas, superando incluso a los adultos mayores.
Cuando el cuerpo está en modo supervivencia, el deseo pasa a segundo plano.

📲 2. Más pantallas, menos piel
La hiperconexión ha creado una paradoja: hablamos más que nunca, pero nos tocamos menos.
El tiempo frente al celular reemplazó muchas interacciones físicas. Aplicaciones como Tinder, Grindr o Hinge permiten filtrar, elegir, desechar… pero no reemplazan la intimidad real.
Como si el sexo se hubiera convertido en algo que se escrolea, pero no se vive.
🛌 3. Pornografía fácil, deseo difícil
El acceso masivo a contenido sexual explícito cambió las expectativas. Según investigadores del Kinsey Institute, el consumo habitual de pornografía puede alterar la percepción del placer y reducir la motivación por el sexo real, más incierto, más humano, más imperfecto.
🏠 4. Vivir con tus padres: el anti-encuentro
Las dificultades económicas también juegan su parte.
Muchos jóvenes, incluso con empleo, siguen viviendo con sus padres por la imposibilidad de alquilar o comprar. La falta de privacidad se traduce en menor actividad sexual.
Y no es lo mismo invitar a alguien al “sótano de mamá” que a tu propio departamento.
💬 5. El miedo a fallar (o a incomodar)
En tiempos de hiperrreflexión, el consentimiento y la sensibilidad emocional son prioritarios, y eso es positivo. Pero también ha crecido el temor a “hacerlo mal”, a herir, a ser juzgado.
El resultado: muchos optan por no hacerlo en absoluto.
🤔 ¿Un retroceso o una nueva forma de vincularse?
Algunos lo ven como un síntoma de empobrecimiento del lazo humano: más soledad, menos contacto, vínculos frágiles y deseo disuelto.
Otros lo interpretan como una señal de madurez emocional: menos sexo impulsivo, más reflexión sobre lo que se quiere y con quién.
Lo cierto es que la revolución sexual no desapareció, pero se transformó en algo más introspectivo, emocional y muchas veces solitario.
✨ Un giro inesperado del deseo
Nunca hubo más libertad sexual, ni más formas de expresarse.
Pero el deseo —como el amor, como el silencio— también necesita tiempo, espacio y presencia.
Quizás no estamos perdiendo el sexo, sino aprendiendo, lentamente, a desear distinto.