Yamila Jadra arrancó con una maquinita. Rapaba a sus amigos los sábados a la noche antes de ir a bailar. Le tomó el gusto al oficio y ya no paró. Hace un año tiene emprendimiento propio en Palermo y planea abrir dos locales más.
En busca de su destino
Yamila Jadra pasó su infancia y primera adolescencia entre Córdoba y Buenos Aires. “Fui y vine entre las dos ciudades como unas 13 veces y viví como en 20 casas”, explica. Con apenas 24 años, Yamila ya ha cumplido uno de sus grandes sueños: abrir su propia barbería. Desde joven, supo que no seguiría el camino académico tras finalizar el secundario.
La decisión de convertirse en barbera no fue fácil. Sus padres inicialmente se mostraron reacios a su elección, pues el mundo de la barbería estaba dominado por hombres. “No había mujeres en ese tipo de trabajo a cargo de las máquinas. Mi mamá me decía que por qué no estudiaba para colorista o peluquería tradicional. Pero yo no quería eso, no quería trabajar con mujeres como clientas. Sentía que lo mío era la barbería”, relata Yamila.
Primeros cortes y aprendizaje
Durante su adolescencia, Yamila comenzó a practicar en las cabezas de sus amigos antes de salir a bailar. “En esos primeros tiempos no existían tantas técnicas. Era más que nada rapadas y algún detalle a los costados de la cabeza. Después, con el tiempo y las nuevas modas que llegaron de América Central como el texturado y otros estilos”, explica.
Con el tiempo, Yamila decidió formalizar su pasión realizando un curso corto y buscando trabajo en barberías locales en Palermo. “Cuando entraba primero me preguntaban si el currículum era de mi novio o si buscaba trabajo de recepcionista. Me enojaba un poco, pero después se me pasaba y seguía intentando en casi todos los locales cerca de mi casa”, recuerda.
Superando obstáculos y creciendo
Finalmente, Yamila consiguió trabajo en una barbería y comenzó a aprender de sus colegas, muchos de ellos de origen dominicano y venezolano, quienes le enseñaron técnicas y estilos de sus países. “Aprendí mucho en los trabajos. En la práctica directa sobre los clientes a los que me tocaba cortarles. Miraba mucho a los barberos de mayor experiencia y aprendí mucho de los colegas”, comenta.
Después de siete años de experiencia, Yamila pudo cumplir su sueño de tener su propia barbería, Katana Barber, en pleno Palermo. “Nos está yendo muy bien en el local. Hacemos unos 15 a 20 cortes por día cada barbero. Ya incorporamos a otro para que nos ayude a cortar y una recepcionista para que maneje todo el tema de los turnos”, detalla.
Desafíos y visión a futuro
A pesar de su éxito, Yamila aún enfrenta desafíos, especialmente con algunos clientes que muestran actitudes machistas. “Entra un hombre y se niega a que yo le corte. Me dice, ‘para eso que me peine mi esposa’. Yo en general trato de no engancharme con ese tipo de actitudes y no respondo”, señala.
Yamila planea seguir creciendo en el mundo de las barberías. “Mi idea es sumar un barbero más a este local para que no se colapse el salón los fines de semana que es cuando más gente nos visita. No quiero tener franquicias porque pierdo el control sobre la marca. Pero sí mi idea es tener al menos en el corto plazo dos locales más en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires”, afirma.
Curiosamente, a pesar de la crisis económica, Yamila no ha visto una disminución en su clientela. “Acá estalla de gente todos los días. Si venís sin turno no te voy a poder atender”, dice entusiasmada. Según ella, un buen corte de pelo da seguridad y estabilidad emocional, algo muy valorado por sus clientes.
Conclusión
Cada día, Yamila se acuesta con la satisfacción de haber cumplido su sueño de adolescencia. Mientras barre el piso de su salón y recibe con una sonrisa a un nuevo cliente, en su mente ya se dibuja el corte perfecto para esa persona, manteniendo su autoestima en alto.