La frase “Argentina, no lo entenderías” se ha convertido en un lema para describir esas situaciones únicas e inexplicables que solo ocurren en el país. Y aunque Daniel Crook emigró desde Australia hace once años, todavía hay aspectos de nuestra cultura que le resultan difíciles de comprender. Sin embargo, hay algo que tiene claro: Argentina es su lugar en el mundo.
Un viaje sin retorno
Daniel, de 41 años, nació en Tamworth, una localidad entre Brisbane y Sídney. Docente de profesión y políglota –habla inglés, italiano y alemán–, llegó a Argentina en 2013 tras recorrer América con un amigo. “Él trabajaba en una aerolínea y tenía un descuento del 90% en pasajes. Fuimos a Colombia, Brasil y México. Antes de volver a Australia, pensé en pasar dos días en Buenos Aires… y no volví más”, recuerda entre risas.
Decidió quedarse porque conoció a una chica que lo flechó. Ella era de Córdoba, así que viajó hasta allá. La relación no duró, pero le ofrecieron trabajo en un instituto de inglés por un año. “Acepté, aunque económicamente no era rentable. Lo que acá ganaba en un mes, en Australia lo hacía en un día. Pero en Argentina me sentía feliz”, confiesa. Rápidamente forjó amistades que le dieron sentido a su estadía: “En Australia, construir un vínculo puede llevar 20 años. Acá fue en cuestión de meses”.
Adaptación y choque cultural
Daniel no hablaba español cuando llegó, pero no tardó en aprenderlo. “Al principio hablaba en italiano y muchos pensaban que era de allá. Con el tiempo, me esforcé en hablar español. A los seis meses ya podía defenderme”, cuenta.
El contraste cultural entre Australia y Argentina sigue sorprendiéndolo. Hace unas semanas, un video suyo se viralizó cuando quedó impactado al ver calles llenas de gente a la medianoche en Mina Clavero. “En Australia, a las 20 horas no hay nadie”, exclamaba en la grabación.
Las diferencias van más allá de los horarios. “En mi país comemos a las 18:30 y a las 20 ya estamos en la cama. Acá, a las 21 recién piensan en la cena”, comenta. Su primera cita en Argentina fue una muestra de ese choque: “Propuse encontrarnos a las 19. Me dijeron: ‘¿Qué? A esa hora está todo cerrado'”.
Pero lo que más lo enamoró de Argentina es el sentido de comunidad. “En Australia, si tenés un problema, es tu problema. Acá, todos quieren ayudarte. Me siento parte de una familia”, dice emocionado. Además, valora la espontaneidad: “Allá podés tardar semanas en organizar una salida. Acá es: ‘Amigo, ¿vamos a tomar algo?’. No sé cómo funciona, pero funciona bien”.
Un amor por Argentina que se saborea
Aunque vive en Nueva Córdoba, Daniel ha recorrido el país de punta a punta. Ha visitado el Glaciar Perito Moreno, las Cataratas del Iguazú y Jujuy, donde introdujo a su familia en el ritual del fernet con Coca.
También se declara fanático del asado: “En Australia, un barbecue es un chorizo pequeño. Comparado con el asado argentino, es triste. Acá es increíble: matambre de cerdo, vacío, morcilla… ¡Amo esto!”. Para reafirmar su argentinidad, muestra con orgullo un mate: “Me encanta”.
Los desafíos de vivir en Argentina
Si bien su experiencia ha sido en su mayoría positiva, reconoce algunos inconvenientes. “En once años, solo me robaron una vez en un festival, me sacaron el celular. Pero lo que más me frustra es hacer fila en el cajero por 15 minutos y que después no haya plata. Eso en Australia no pasa”.
También percibe la diferencia económica: “En Australia pagan 70 dólares la hora y un café cuesta solo 5. En Argentina, el precio de un café puede equivaler a una hora de trabajo. No es justo, pero es la realidad”.
Aun así, sigue eligiendo este país. “Acá te despertás y no sabés qué va a pasar. En Australia todo es predecible, entonces es aburrido. Es una sociedad estructurada y fría. La gente se emborracha para ser feliz. Acá, en cambio, la felicidad es natural y sincera”.
Cumpliendo sueños en Argentina
Después de su primer año enseñando inglés, Daniel creó su propia escuela online, que hoy tiene más de 400 alumnos y 40 profesores nativos. Además, organiza eventos para practicar el idioma y fundó Speakeasy’s, un encuentro internacional que llegó hasta Australia.
Pero su vida no gira solo en torno a la docencia. En Argentina se animó a cumplir otro sueño: la música. Lidera una banda de rock llamada Central Coast y toca en boliches.
En su cuenta de Instagram (@englishnativeok), con más de 100 mil seguidores, comparte su amor por Argentina y enseña inglés con videos en los que muestra desde cómo pedir un café en el Tortoni hasta expresiones típicas del país.
Y si alguien se pregunta si está solo, la respuesta es no. Hace un año y medio está en pareja y convive con una cordobesa, quien lo ayuda a filmar sus videos. “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, cierra con una sonrisa.