Enfrían una mujer a 18 grados, le quitan la sangre y, luego de una compleja operación, puede respirar

La enfermedad que llevó a Josefina, de 63 años, a tener que elegir entre “respirar o comer” empezó por un trombo en los miembros inferiores y luego se transformó en una experiencia asfixiante. Para explicar los hechos de manera sencilla, el coágulo viajó hasta la arteria pulmonar y allí se atascó durante el tiempo suficiente como para que las células de la arteria migren hacia el coágulo y comiencen a colonizarlo. Es decir, la arteria empezó a incorporar al coágulo.

O, dicho de otra manera, la arteria de Josefina quedó abrazada a una bomba. La paciente padecía una hipertensión pulmonar tromboembólica crónica, y la única manera de romper ese lazo dañino hecho de tejido conectivo era realizar una tromboendarterectomía pulmonar, una cirugía de ocho horas que muchos llaman la “madre de todas las cirugías”. Para extirpar ese tipo de coágulo, los médicos deben ingresar a las arterias pulmonares.

Antes, deben llevar al cuerpo a 18 grados, quitarle los cinco litros de sangre e iniciar un paro circulatorio. Son las 12 en el Hospital El Cruce, ubicado en Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, uno de los 40 centros médicos de todo el mundo que realizan la tromboendarterectomía pulmonar, y el único hospital público de la Argentina donde se hace este procedimiento complejo.

La intervención sí se hace en centros privados desde hace varios años. La cirugía comenzó a las 9. Ya pasó la parte en que durmieron a la paciente, le hicieron una incisión de unos 20 centímetros a la altura del tórax y abrieron en dos el esternón con una sierra quirúrgica.

Marcelo Nahin es el cirujano jefe del equipo y ya realizó 32 tromboendarterectomías pulmonares. Su conocimiento científico se transforma en un arte salvador cuando debe ingresar a la arteria pulmonar para quitar la obstrucción: “Ahí entra en juego la mano del cirujano”, asegura. Pero aún faltan varias horas para ese paso. Ahora, el corazón late a la vista de todos y Nahin, junto con los cirujanos Emilio Bianchi y Juan Punte, conectan dos cánulas en la aurícula derecha y otra en la aorta. La sangre avanza a un ritmo intermitente hacia una máquina de circulación extracorpórea, atraviesa un circuito que la enfría y luego reingresa al cuerpo. A Josefina, además, le colocaron un casco de hielo en la cabeza. La etapa de enfriamiento ha comenzado. En este circuito de venas abiertas se ve la sangre roja, que es la oxigenada, y la más oscura, que está cargada de dióxido de carbono. Mientras que para una cirugía coronaria se necesita cerca de una hora de circulación extracorpórea, para esta operación se requieren alrededor de cinco o seis horas.

foto AML
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Las lupas de Marcelo Nahin, director del Programa de Tromboendarterectomia Pulmonar del Hospital El Cruce, se posan sobre la paciente y con delicadeza prepara al cuerpo para quitar las obstrucciones presentes en los pulmones

“¿Cómo está la temperatura, Puma?”, le pregunta Nahin a Daniel Moyano, el perfusionista. “24 rectal y 27 nasofaríngeo”, responde Moyano en referencia a lo que indican los dos termómetros ubicados en sendas partes del cuerpo. Todo el sistema de refrigeración hace que el organismo empiece a bajar de 36 hasta 18 grados para alcanzar un estadío llamado hipotermia profunda.

De ese modo, cuando llegue el momento de quitarle toda la sangre, el cuerpo de Josefina será la heladera que protegerá sus órganos. “Según la contextura corporal, en general se demora una hora y media hasta que el termómetro nasofaríngeo llegue a los 18 grados”, señala Nahin, que luego de casi cuatro horas de cirugía sale del quirófano para tomar un respiro. Mientras se enfría, la paciente queda durante cerca de 90 minutos en manos del equipo que vigila con atención los monitores donde hay números, letras, líneas rojas, verdes, amarillas.

Fuente:La Nación