El yaguarundí: el felino fantasma de América Latina que podría estar más amenazado de lo que se creía

Conocido como gato nutria, el yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi) es uno de los felinos más esquivos de América. Su cuerpo alargado, pelaje liso sin manchas y patas cortas lo alejan del imaginario clásico de los grandes felinos. Sin embargo, habita desde el sur de Texas hasta el norte de Argentina.

Por años, su bajo perfil visual y la fragmentación de sus hábitats lo dejaron fuera del radar científico y conservacionista. Pero un reciente hallazgo en Entre Ríos, donde un ejemplar juvenil apareció en una vivienda urbana, encendió las alertas: la urbanización avanza sobre los territorios que este enigmático animal aún recorre.


📉 Más cerca de la amenaza de lo que se pensaba

Nuevas investigaciones revelan que el estado de conservación del yaguarundí es mucho más frágil de lo que indicaban los informes anteriores. Aunque la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo cataloga como “preocupación menor”, los datos duros cuentan otra historia.

“Para ser claros, nunca convencerás a nadie de que te dé dinero para estudiar el yaguarundí”, lamentó Anthony Giordano, fundador de la ONG SPECIES.

Los modelos más recientes estiman entre 35.000 y 230.000 individuos en todo el continente. Una cifra baja, considerando su amplia distribución.


📸 Difícil de ver, difícil de estudiar

Su actividad diurna, su andar sigiloso y la ausencia de marcas en su pelaje hacen que ni las cámaras trampa logren identificarlo fácilmente. El uso de radiocollares tampoco es viable: es difícil de atrapar y, en muchos casos, habita zonas inaccesibles.

Bart Harmsen, investigador de Panthera, recopiló 884 registros en 650 sitios de monitoreo con casi 4.000 cámaras. Con ellos, armó un modelo predictivo que identificó las regiones con más chances de presencia: zonas arbustivas, rurales y con clima estable, lejos de los Andes y la Amazonia baja.


🌿 Un indicio ambiental

La reciente aparición de un yaguarundí en una casa de Paraná, Entre Ríos, no es un dato anecdótico: es una señal de alerta ambiental. El desplazamiento hacia zonas urbanas es reflejo de la pérdida acelerada de hábitats, especialmente en tierras bajas tropicales, claves para su supervivencia.

Además, su forma de vida lo convierte en una pieza clave en el equilibrio ecológico: regula pequeñas poblaciones de roedores, conecta fragmentos de hábitat y evita la competencia directa con carnívoros mayores al ser diurno.


🚫 Subestimado por no ser “carismático”

El yaguarundí no aparece en estampillas, ni en documentales populares, ni fue víctima del tráfico de pieles. Esa invisibilidad simbólica le jugó en contra: no atrajo fondos ni campañas de conservación.

“Su aspecto poco llamativo lo alejó del radar. Pero su rol ecológico es enorme”, advierten desde la comunidad científica.


🧩 La pieza faltante en el rompecabezas ecológico

La historia del yaguarundí resume varios desafíos contemporáneos: baja visibilidad, escasa información, subestimación conservacionista y hábitats fragmentados. Aun así, persiste. Y quizás sea, como dice Giordano, una llave para redibujar la conservación en América Latina.

Protegerlo implica más que salvar una especie olvidada. Es un acto de defensa de los ecosistemas que aún resisten entre la soja, el cemento y los desmontes.