¿Quién no se sorprendió al ver lo impecable que estaba un saco o un sobretodo heredado? Un traje hecho a medida, artesanalmente, y con materiales nobles, es decir, fibras 100 % naturales, puede durar casi toda la vida. Además, puede ser reformado, adaptado y hasta convertido en otra prenda sin que queden marcas de la costura anterior.
Todo esto forma parte de las conferencias que dicta Francisco Gómez, o Franciscano Sastre, su nombre profesional. Con 41 años y 21 de profesión, Franciscano se ha convertido en una de las figuras más jóvenes que realizan el proceso completo de creación de una prenda a mano, promoviendo la elegancia y el buen vestir como un arte que no debería pasar de moda.
En octubre, con motivo de la Semana de la Sastrería, la Asociación de Sastrería Argentina y la Asociación de Amigos del Museo Fernández Blanco organizaron una conferencia de Franciscano sobre la importancia del estilo y la sastrería artesanal en el Palacio Noel, en Buenos Aires. Allí, el sastre compartió su visión sobre la durabilidad y calidad de las prendas hechas a mano.
“Quiero vestirme como Tom Shelby”, es uno de los pedidos frecuentes que recibe, a raíz del auge de series como Peaky Blinders, que reavivaron el interés por la sastrería artesanal entre jóvenes y adultos. Franciscano explicó que las fibras naturales, como la lana, lino, seda y algodón, aportan ventajas que los materiales sintéticos no ofrecen: regulan la temperatura, se adaptan al cuerpo y permiten que una prenda dure décadas.
El secreto de un traje o sobretodo duradero está en la calidad de los materiales y en la confección artesanal. “Puede durar 40 o 50 años”, asegura Franciscano. “Se puede restaurar, reciclar y convertir en otra prenda sin dejar marca, algo imposible con lo sintético”. El sastre aclara que aunque no realiza arreglos —un área distinta del oficio— conoce técnicas tradicionales que duplicaban la vida de la prenda, como desarmarla por completo y volver a coserla.
En Buenos Aires, la influencia italiana es predominante en el estilo, mientras que la inglesa lo es en los materiales. El lino, por ejemplo, se utiliza para verano y debe arrugarse para ser auténtico; muchos fabricantes lo mezclan con fibras artificiales para que no lo haga. El traje azul se considera esencial, por su versatilidad y elegancia; el gris es recomendado como segundo traje y el negro se reserva para eventos protocolares.
Franciscano subraya la importancia de la comodidad y la honestidad con el cliente: “Si algo no le va a quedar bien, se lo digo”. Su clientela abarca desde jóvenes que buscan vestirse como personajes de series hasta adultos mayores, especialmente abogados y profesionales acostumbrados al traje, que valoran la calidad y durabilidad de las prendas artesanales.
El sastre trabaja casi en su totalidad solo: toma medidas, confecciona y entrega la prenda, aunque algunos detalles especializados, como los ojales, los deriva a expertos. La mayoría de sus telas son importadas de Inglaterra, aunque últimamente ha surgido un polo textil en Perú a partir de la vicuña, con costos competitivos.
Franciscano no confecciona prendas femeninas, ya que los moldes masculinos y femeninos son muy diferentes. Destaca además proyectos especiales, como la creación del uniforme de San Martín para un museo en Yapeyú, realizado durante la pandemia con bordados de hilo de oro y gran detalle artesanal, que ahora se exhibe en el Museo Histórico de Yapeyú.
Para Franciscano Sastre, la sastrería artesanal no es solo un oficio, sino un compromiso con la elegancia, la tradición y la durabilidad, ofreciendo a cada cliente una prenda única que puede acompañarlo toda la vida.
