En los años 80, si alguien encendía la televisión en Estados Unidos a cualquier hora del día, era probable que se encontrara con la sonrisa inquebrantable de Jim Bakker. Peinado impecable, Biblia en mano, y una esposa con lágrimas listas para cualquier intervención divina, este dúo celestial de Jim y Tammy Faye no solo predicaba el amor de Dios, sino también una forma bastante terrenal de alcanzarlo: con una tarjeta de crédito. 💳✨
Bakker se convirtió en una de las caras más populares del cristianismo evangélico televisado. A través de su programa PTL Club, construyó un imperio religioso-financiero que incluía un parque temático cristiano, un hotel, canales de televisión y donaciones multimillonarias. Su discurso de fe y prosperidad conquistó a miles, pero detrás de las cámaras se escondía una maquinaria de promesas infladas, habitaciones que no existían y contratos imposibles de cumplir.
El 5 de octubre de 1989, su reino se derrumbó con fuerza bíblica: fue condenado por fraude y conspiración tras vender miles de membresías “de por vida” a un resort que no podía alojar ni a una fracción de sus promesas. Pasó unos cinco años en prisión, su figura fue sepultada por el escándalo… pero nunca del todo. 📉
Décadas más tarde, resurgiría con nuevos programas, nuevos seguidores y la misma convicción de que la fe, bien empaquetada, sigue siendo un producto rentable.
✝️ Los comienzos de un televangelista con rating celestial
James Orsen Bakker nació en Muskegon, Michigan, hijo de una pareja de clase media. Su historia no comenzó en la gloria, sino en los pasillos de la North Central University, donde conoció a Tammy Faye LaValley, su futura esposa y compañera de fe. Ella, con su maquillaje icónico y su sensibilidad extrema; él, con la ambición de llevar la palabra de Dios a la televisión. 💄📖
Juntos abandonaron los estudios para predicar y en 1966 lograron su primer éxito televisivo: Come On Over, un programa infantil en la cadena cristiana CBN que mezclaba fe, humor y títeres. El éxito fue tan grande que Bakker ascendió a conductor del famoso The 700 Club, hasta que, tras conflictos internos, fundaron su propio espacio.
💰 Fe, fortuna y lágrimas por televisión
En los 70, Bakker transformó la televisión religiosa en un espectáculo. Nació el PTL Club (Praise The Lord), un show que combinaba entrevistas, música y oraciones con una línea telefónica para donaciones que nunca dejaba de sonar. 📞💸
Su visión era clara: si el cine tenía Hollywood, la fe tendría su propio parque de diversiones. Así nació Heritage USA, un complejo cristiano en Carolina del Sur con hoteles, teatros y toboganes acuáticos. En su auge, fue el tercer parque más visitado de Estados Unidos, solo detrás de Disney.
Las donaciones llovían —más de un millón de dólares por semana— y los fieles podían comprar “membresías de por vida” que prometían vacaciones espirituales en habitaciones… que en muchos casos no existían.
Tammy Faye se volvió una estrella pop evangélica. Su rímel corrido, su llanto en cámara y frases como “Dios cuenta tus lágrimas” la convirtieron en un ícono televisivo. Pero la parábola del éxito estaba a punto de tener su caída.
⚖️ El escándalo, la prisión y el retorno del falso profeta
A fines de los 80, todo se vino abajo. Jessica Hahn, una ex secretaria de iglesia, denunció haber sido drogada y abusada sexualmente por Bakker. El intento de encubrir el caso con un pago de 279 mil dólares extraídos del ministerio fue el principio del fin.
Las investigaciones revelaron una estafa multimillonaria disfrazada de fe: más de 150 millones de dólares en donaciones que jamás se tradujeron en las promesas ofrecidas. En 1989, un jurado lo declaró culpable de fraude postal, fraude electrónico y conspiración.
La sentencia fue de 45 años de prisión, aunque solo cumplió cinco. En ese tiempo perdió su imperio, su matrimonio y su reputación. Tammy Faye se divorció, el parque cerró y el show se apagó.
Pero la historia no terminó ahí. En los 2000, Bakker volvió a la televisión con The Jim Bakker Show, una nueva iglesia, una nueva esposa y los mismos métodos: vender fe, miedo y esperanza en partes iguales. Incluso fue demandado por ofrecer supuestos productos milagrosos contra el COVID-19. 😬
Su sonrisa sigue intacta, aunque el brillo ya no engaña a tantos. Jim Bakker se convirtió en un símbolo de cómo la devoción y la codicia pueden confundirse bajo el mismo reflector.