Un enigma natural en el corazón de Tanzania desconcierta a científicos y curiosos por igual. Se trata del lago Natron, una masa de agua tan rojiza como la sangre y letal para cualquier criatura que se aventura en sus profundidades. Este lago, que limita con el imponente volcán Ol Doinyo Lengai, ha ganado fama por su aspecto sobrenatural y sus aguas alcalinas que convierten a los animales en estatuas petrificadas.
Nick Brandt, un reconocido fotógrafo, describe en su obra “Across the Ravaged Land” la perturbadora belleza de este lugar. Según él, las aves y murciélagos, arrastrados por la corriente, yacen a lo largo de sus orillas, congelados en el tiempo por los efectos corrosivos del lago. Las causas precisas de su muerte siguen siendo un misterio, aunque se cree que la alta concentración de soda y sal en el agua desempeña un papel crucial en este fenómeno.
El lago Natron, además de su letalidad, se distingue por su coloración rojiza, producto de microorganismos y algas que habitan en sus profundidades. Específicamente, la espirulina, un tipo de alga verde azulada, tiñe sus aguas con tonos intensos, afectando incluso a las aves como los flamencos enanos, cuyas plumas adquieren matices rosados por la dieta rica en espirulina.
Sin embargo, la verdadera amenaza del lago Natron reside en su alto grado de salinidad y su temperatura abrasadora. Con un pH medio de 10.5, sus aguas son corrosivas y pueden quemar la piel y los ojos de los seres vivos. Esta combinación de factores convierte al lago en un paisaje digno de pesadillas, donde hasta el agua puede convertir a las criaturas en estatuas de piedra.
Pese a su aparente tranquilidad, el lago Natron enfrenta una amenaza más tangible: un proyecto de planta hidroeléctrica que pone en riesgo su frágil ecosistema desde el año 2013. La falta de medidas de protección para este enclave remoto y su rica población de flamencos enanos plantea interrogantes sobre el futuro de este fenómeno natural único en el mundo.
Curiosidad al azar: Aunque suene a leyenda, el lago Natron ha sido comparado con las aguas míticas que castigaban a los intrépidos en la antigua Grecia. Su peculiaridad lo convierte en un testimonio vivo de la naturaleza en su forma más implacable y desconcertante.