El estilo de vida social podría ser la clave del cáncer en mamíferos, según un estudio argentino

Durante décadas se creyó que los mamíferos grandes o longevos —como ballenas o elefantes— deberían presentar más cáncer simplemente por tener más células y vivir más tiempo. Sin embargo, una nueva investigación realizada por científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y del Conicet sugiere que la respuesta no está en el tamaño, sino en la forma en que los animales viven y se relacionan entre sí.

El estudio, publicado en la revista Science Advances de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, muestra que los mamíferos que cooperan y se cuidan en grupo tienen menos cáncer y mueren menos por tumores que aquellos que viven de manera solitaria o altamente competitiva.

Cooperación, competencia y salud

La investigación —realizada por Catalina Sierra, Julián Maxwell, Nicolás Flaibani, Constanza Sánchez de la Vega, Alejandra Ventura, Nicolás Lavagnino y Matías Blaustein— comparó cientos de especies de mamíferos a partir de bases de datos globales sobre causas de muerte, longevidad y comportamiento reproductivo.

El equipo observó un patrón consistente: especies como elefantes, delfines y ratas topo, caracterizadas por un alto nivel de cooperación social y cuidado parental, muestran tasas muy bajas de cáncer. Por el contrario, animales solitarios o competitivos, como tigres y zorros, presentan un riesgo mucho mayor de morir por tumores.

Según explicó Blaustein, líder del estudio, el hallazgo ayuda a resolver una vieja paradoja evolutiva: si el cáncer aumenta con la edad, ¿por qué algunos grandes mamíferos casi no lo padecen, mientras otros —más pequeños— sí? “Esto demuestra que el cáncer no es inevitable en la naturaleza y que su frecuencia puede depender tanto de factores internos como de estrategias sociales distintivas”, señaló.

El “efecto hidra” y la competencia entre adultos

Los científicos también exploraron una hipótesis ecológica conocida como “efecto hidra”, que postula que la muerte de adultos mayores puede beneficiar indirectamente a las generaciones jóvenes al liberar recursos.

A través de un modelo matemático, hallaron que este fenómeno podría explicar por qué en especies muy competitivas la mortalidad por cáncer se mantiene elevada: la desaparición de individuos adultos puede favorecer a los más jóvenes, que compiten por alimento y espacio.

Este efecto no se registró en especies cooperativas, donde la muerte de un adulto mayor afecta a todo el grupo, debilitando la estructura social y reduciendo la supervivencia de las crías.

Hallazgos principales

A partir de la comparación entre estilos de vida y tasas de cáncer, el estudio estableció cuatro conclusiones centrales:

  1. Menos cáncer en especies cooperativas: animales que viven en grupos, cuidan a sus crías en conjunto y colaboran entre individuos presentan menor incidencia y mortalidad por tumores.
  2. Más cáncer en especies competitivas o solitarias: mamíferos que crían en soledad o viven bajo condiciones de competencia intensa registran más muertes por tumores malignos.
  3. Influencia del cuidado parental: las especies con camadas pequeñas y mucho tiempo de cuidado a las crías muestran tasas más bajas de cáncer que aquellas con múltiples crías por camada y poco cuidado.
  4. El tamaño no es determinante: la dimensión corporal de los animales no explica las diferencias observadas; su estilo social resulta mucho más relevante.

El trabajo se centró exclusivamente en mamíferos no humanos, y aunque se relevaron cientos de especies, los investigadores reconocen que aún quedan áreas por explorar y grupos animales con información insuficiente.

Claves para el futuro: qué aporta este estudio a la biomedicina

Para Blaustein, el hallazgo no solo responde preguntas sobre evolución y ecología, sino que también abre puertas a nuevas líneas de investigación biomédica. “Comprender cómo animales como ballenas, elefantes o ratas topo desarrollaron defensas moleculares tan potentes contra el cáncer podría inspirar estrategias novedosas de prevención o tratamiento”, sostuvo.

La investigación concluye que el cáncer en mamíferos está profundamente influido por la cooperación y la dinámica social. Lejos de ser un destino inevitable ligado al envejecimiento o al tamaño corporal, surge entrelazado con la forma de vivir. Mirar hacia la naturaleza —y especialmente hacia especies que casi no desarrollan tumores— podría ofrecer pistas clave para repensar la lucha contra una de las enfermedades más complejas de la biología moderna.