La música no es solo una sucesión de sonidos; tiene un impacto profundo en nuestras emociones y estados de ánimo. No es casualidad que algunas canciones se nos queden grabadas en la mente, como si fueran chicles difíciles de despegar. A esto se le conoce como “gusano auditivo” o “earworm”, un fenómeno con una explicación científica detrás.
Verónika Díaz Abrahan, doctora en neurociencias y licenciada en musicoterapia, explica que este concepto se refiere a cómo ciertas melodías se quedan “pegadas” en la memoria. Según Díaz Abrahan, esto está relacionado con el proceso de formación de la memoria, donde los estímulos auditivos, dependiendo de sus características, pueden quedar almacenados tanto en la memoria a corto como a largo plazo. Canciones con ritmos repetitivos y emocionales suelen quedarse impregnadas en la corteza auditiva y el lóbulo temporal, áreas clave del cerebro que se activan cuando escuchamos música.
Por su parte, el musicoterapeuta Claudio Crespino añade que el “gusano auditivo” ocurre cuando una canción se repite involuntariamente en nuestra mente. Esto está relacionado con la sincronización rítmica, donde nuestro ritmo cardíaco y respiratorio se ajustan al de la música, haciendo que la melodía continúe “sonando” incluso después de haber dejado de escucharla. Además, nuestra memoria episódica juega un papel importante, ya que las canciones asociadas con momentos del pasado tienden a quedarse más fácilmente en nuestra mente.
El neurólogo Alejandro Andersson añade que este fenómeno ocurre porque el cerebro procesa la música en múltiples áreas, incluyendo la corteza auditiva y el lóbulo temporal. Melodías repetitivas o distintivas suelen quedar en nuestra mente debido a la activación continua de estas regiones cerebrales.
Gisell Martínez, también musicoterapeuta, menciona que el cerebro tiende a buscar patrones, y las canciones pegajosas suelen tener ritmos repetitivos o estructuras predecibles, lo que facilita su almacenamiento en la memoria. Estas canciones también suelen tener un componente emocional significativo, lo que refuerza su permanencia en nuestra mente.
Mariana Bendersky, neuróloga e investigadora, añade que la música está profundamente ligada al sistema de recompensa del cerebro, lo que explica por qué las canciones que escuchamos en la adolescencia tienden a generar emociones más intensas en la edad adulta. Según Bendersky, esto se debe a que durante esa etapa de la vida el sistema de recompensa está en su máximo desarrollo, lo que deja una huella duradera en nuestra memoria.
Finalmente, el placer que experimentamos al escuchar música se debe a la activación de estructuras cerebrales relacionadas con el sistema de recompensa, como el núcleo accumbens, que también responde a otros estímulos placenteros como la comida o las recompensas monetarias. La música evoca recuerdos y emociones debido a la cercanía entre las áreas que procesan los sonidos y nuestras memorias autobiográficas, lo que refuerza el vínculo emocional que tenemos con ciertas canciones.