El 24 de octubre de 1931, Al Capone, el hombre más temido y poderoso del bajo mundo de Estados Unidos, escuchó su condena: 11 años de prisión. Acusado de 22 cargos de evasión de impuestos, el capo mafioso de Chicago, responsable de innumerables crímenes, pensaba que nuevamente saldría ileso. Durante años había tejido una red de sobornos, extorsiones y asesinatos, con la que había logrado evitar la justicia. Sin embargo, aquel día, un inesperado giro judicial finalmente lo atrapó, marcando el principio del fin de su reinado criminal.
💼 El Rey del Hampa: un imperio forjado en la oscuridad
Alphonse “Al” Capone, conocido también como “Scarface” por las cicatrices que llevaba en su rostro, no era solo un delincuente común. Nacido el 17 de enero de 1899 en Brooklyn, hijo de inmigrantes italianos, Capone creció en un ambiente de pobreza y violencia. A los 16 años, dejó la escuela tras ser expulsado por golpear a una profesora, y pronto encontró su lugar en el mundo del hampa. Su ascenso fue meteórico. Primero como miembro de la famosa banda “Five Points Gang”, luego como guardaespaldas de mafiosos de peso, hasta que fue apadrinado por Johnny Torrio, quien lo introdujo en el lucrativo negocio del contrabando de alcohol en Chicago durante la Ley Seca.
Con solo 26 años, tras la retirada de Torrio, Capone tomó el control del hampa de Chicago, convirtiéndose en el jefe de una organización criminal que manejaba una vasta red de bares clandestinos, casinos, prostíbulos y casas de apuestas. Su fortuna se estimaba en más de 125 millones de dólares. Sin embargo, su mayor poder no residía en su riqueza, sino en la influencia que ejercía sobre políticos, policías y jueces, quienes le permitían operar con total impunidad.
🔫 Una vida de violencia y corrupción
Pese a su imagen pública de benefactor –donaba grandes sumas a la caridad y se mostraba como un hombre de negocios respetable–, todos sabían quién era realmente Capone. Fue el cerebro detrás de algunas de las masacres más violentas de la historia del crimen estadounidense, como la Masacre de San Valentín en 1929, en la que hombres de su banda, disfrazados de policías, ejecutaron a siete miembros de una banda rival. Aunque nunca pudo ser vinculado directamente a estos asesinatos, la policía sabía que Capone estaba detrás de la mayor parte de la violencia en Chicago. Pero su organización estaba tan bien protegida y estructurada que siempre encontraba la forma de evadir la justicia.
Capone solía jactarse de su intocabilidad: “Me han echado la culpa de todos los muertos, con la excepción de los de la lista de bajas de la Guerra Mundial, pero no han podido probarme ninguna”, decía con una sonrisa irónica. Y durante años, parecía que realmente había logrado ser intocable.
👨⚖️ La trampa judicial: el juez que desbarató el plan de Capone
Para 1931, el gobierno federal había intentado durante años atrapar a Capone. Los agentes de la ley, liderados por el infame Elliot Ness y su equipo conocido como “Los Intocables”, lo persiguieron sin descanso, buscando pruebas de sus múltiples crímenes. Pero fue otro grupo, dirigido por Frank Wilson, un agente de inteligencia del gobierno, quien finalmente descubrió la forma de atraparlo: la evasión de impuestos.
A partir de una ley fiscal de 1927, las autoridades encontraron una forma de procesar a Capone. La clave fue un incomprensible libro de contabilidad que contenía detalles de sus ganancias ilícitas. Un abogado cercano a Capone, Edward O’Hare, fue convencido para ayudar a descifrarlo, proporcionando las pruebas necesarias para acusarlo.
Capone fue llevado a juicio el 6 de octubre de 1931. Aunque acusado de 22 cargos de evasión impositiva, confiaba en su capacidad para manipular el sistema. Había “convencido” al fiscal para aceptar un acuerdo que lo condenaría solo a dos años de prisión en suspenso. Pero cuando el caso llegó a manos del juez federal James Wilkerson, este se negó a aceptar el arreglo y decidió realizar el juicio. Entonces, Capone recurrió a su siguiente carta: compró al jurado, ofreciéndoles dinero y amenazándolos de muerte si se negaban.
La situación parecía estar bajo control para el capo. El día del juicio, Capone llegó sonriente al Tribunal Federal de Chicago. Incluso, en un gesto que ya se había vuelto ritual, le compró una manzana a un vendedor de frutas con un billete de 100 dólares. Pero al entrar en la sala, su suerte cambió para siempre.
Elliot Ness había advertido al juez Wilkerson que el jurado estaba comprado, aunque no tenía pruebas. Ante esta información, el juez decidió actuar de forma inesperada: despidió al jurado original y lo reemplazó por otro que estaba asignado a un caso diferente en el mismo tribunal. Los nuevos jurados fueron aislados bajo estricta vigilancia, imposibilitando cualquier intento de soborno o amenaza por parte de los hombres de Capone.
⚖️ El veredicto final: Capone pierde su imperio
El 17 de octubre, tras escuchar los alegatos finales, el jurado deliberó y declaró a Al Capone culpable de tres cargos de evasión fiscal. El 24 de octubre de 1931, el juez Wilkerson dictó la sentencia: 11 años de prisión, una multa de 50.000 dólares y el pago de los impuestos adeudados. Aunque esta condena no se relacionaba con los numerosos crímenes violentos que había cometido, fue suficiente para poner fin a su imperio.
Capone fue enviado inicialmente a la prisión de Atlanta, pero al descubrirse que vivía con todo tipo de lujos dentro de la cárcel, fue trasladado a la impenetrable prisión de Alcatraz. Allí, su salud comenzó a deteriorarse rápidamente debido a una sífilis no tratada, que lo llevó a la demencia.
🔍 El ocaso de Scarface: un final trágico
En 1939, después de cumplir solo seis años de su condena, Capone fue liberado debido a su grave estado de salud. Volvió a su mansión en Palm Island, Florida, donde vivió sus últimos años alejado del mundo del hampa, incapaz de retomar su antigua vida criminal. El 25 de enero de 1947, Al Capone murió de un derrame cerebral mientras se bañaba.
Lejos quedaban los días de gloria, los negocios millonarios y el terror que había sembrado en las calles de Chicago. “Scarface”, el hombre que había controlado una de las mayores organizaciones criminales de la historia de Estados Unidos, terminó sus días en la soledad y el olvido.
🧠 Curiosidad final: ¿Sabías que la condena por evasión de impuestos no solo terminó con el imperio de Capone, sino que también estableció un precedente en la lucha contra el crimen organizado en Estados Unidos? Desde entonces, las autoridades comenzaron a utilizar tácticas fiscales para desmantelar redes criminales cuando no podían probar sus delitos más graves.