El arsénico: del pigmento sagrado al “rey de los venenos” y su inesperado rol en la medicina

Desde las tumbas de los faraones y las intrigas de las cortes europeas hasta los laboratorios científicos modernos, la historia del arsénico recorre los claroscuros de la humanidad. Utilizado primero como pigmento y remedio, luego temido como veneno letal, este elemento fue protagonista tanto de tramas de poder como de avances médicos decisivos.


🏺 Orígenes antiguos: del color ritual al riesgo oculto

La presencia del arsénico en la historia humana se remonta a miles de años. En el Antiguo Egipto, minerales como el oropimente y el rejalgar se usaban para obtener pigmentos amarillos y rojizos que decoraban templos, sarcófagos y cosméticos ceremoniales. También integraban ungüentos y recetas médicas destinadas a la élite.

Según el Science History Institute, figuras como Hipócrates y Plinio el Viejo describieron el uso del arsénico para tratar afecciones cutáneas y úlceras. Sin embargo, ya en la Grecia clásica y la Roma imperial comenzaron a documentarse sus efectos nocivos. En el siglo I, Dioscórides advirtió sobre su toxicidad, marcando la delgada frontera entre medicamento y veneno.

Mineros y orfebres que trabajaban con minerales arsenicales ya sufrían síntomas de intoxicación crónica, mucho antes de que el arsénico adquiriera fama como arma silenciosa.


👑 Edad Media y Renacimiento: el “rey de los venenos”

Durante la Edad Media, el arsénico consolidó su reputación más oscura. Su apodo de “rey de los venenos” surgió por su eficacia y dificultad de detección en una época sin métodos forenses confiables. Pequeñas dosis podían simular enfermedades naturales, lo que lo convirtió en un aliado frecuente en disputas palaciegas.

En el Renacimiento, su uso se refinó y hasta se comercializó en frascos aparentemente inocentes. La familia Borgia quedó asociada para siempre al envenenamiento político, mientras que Giulia Toffana pasó a la historia por la Aqua Toffana, un producto cosmético que causó decenas de muertes en la aristocracia italiana.

En la Francia del siglo XVII, el arsénico llegó a conocerse como el “polvo de herencia”, por su vínculo con muertes sospechosas que facilitaban el traspaso de fortunas. Esta etapa comenzó a declinar en 1836, con la invención del test de Marsh, el primer método confiable para detectar arsénico en tejidos humanos.


🏭 Siglo XIX: del palacio a la vida cotidiana

Con la Revolución Industrial, el arsénico salió de las cortes y se infiltró en la vida diaria. Según Smithsonian Magazine, la falta de regulaciones permitió su uso en papel tapiz, telas, juguetes, velas, jabones e incluso alimentos.

El famoso verde de Scheele, muy apreciado por su intensidad, se empleó en vestidos, empapelados y dulces, provocando intoxicaciones masivas. Farmacias y ferreterías lo vendían tanto como tónico medicinal como veneno para ratas.

La literatura victoriana y la crónica policial reflejaron esta realidad. El caso de Mary Ann Cotton, responsable de al menos 20 muertes por envenenamiento, expuso la magnitud del problema y aceleró reformas sanitarias. Hacia finales del siglo, el vínculo entre arsénico ambiental y enfermedades inexplicables impulsó prohibiciones y controles más estrictos.


🧪 Entre el veneno y la cura: el giro médico

Pese a su fama letal, el arsénico mantuvo un lugar ambiguo en la medicina. En la tradición india se utilizaba desde hacía siglos, y en Europa Paracelso sentó un principio clave: “la dosis hace el veneno”.

En el siglo XVIII, Thomas Fowler desarrolló la solución de Fowler, empleada contra fiebres, enfermedades cutáneas e incluso leucemia, aunque su toxicidad limitó su uso prolongado.

El gran punto de inflexión llegó en 1909, cuando Paul Ehrlich y Sahachiro Hata presentaron el Salvarsán, el primer tratamiento eficaz contra la sífilis. Considerado la primera “bala mágica” de la medicina moderna, marcó el inicio de la quimioterapia racional y transformó al arsénico, por un tiempo, en una herramienta terapéutica clave.


🔬 Un elemento que refleja a la humanidad

La historia del arsénico es, en definitiva, la historia de un mismo compuesto atravesando ritual, crimen, industria y ciencia. De símbolo sagrado a arma silenciosa, y de veneno temido a medicamento revolucionario, su recorrido revela cómo el conocimiento humano puede convertir una sustancia letal en una herramienta de salvación… y viceversa.