¿El agua de lluvia fue el motor oculto de la vida compleja en la Tierra?

La vida en la Tierra surgió hace unos 3.800 millones de años, y uno de los grandes misterios es cómo las simples gotas de ARN en la “sopa primordial” se transformaron en células con membranas protectoras. Un grupo de investigadores de Estados Unidos ha propuesto una teoría sorprendente: la lluvia pudo haber sido clave en la formación de esas primeras estructuras celulares.

En un estudio publicado en Science Advances, científicos de la Universidad de Chicago y la Universidad de Houston exploraron cómo el agua de lluvia pudo haber desempeñado un papel fundamental en la estabilización de las protocélulas primitivas.

De la materia inerte a la vida
El desafío de entender cómo materiales inertes como el agua, los gases y los minerales se convirtieron en células vivas ha fascinado a los científicos durante décadas. En 1953, los químicos Stanley Miller y Harold Urey realizaron un experimento pionero en la Universidad de Chicago que demostró que las moléculas orgánicas complejas, como los aminoácidos, podían formarse a partir de compuestos simples bajo condiciones primitivas.

Se cree que las primeras formas de vida, las protocélulas, aparecieron de manera espontánea en la Tierra primitiva y eventualmente adquirieron la capacidad de replicarse. Existen dos modelos principales de protocélulas: las vesículas, que son pequeñas burbujas con membranas de lípidos similares a las células modernas, y los coacervados, gotas de moléculas orgánicas unidas por fuerzas electrostáticas. Sin embargo, los coacervados carecen de membranas, lo que dificultaba la compartimentación necesaria para la estabilidad genética y la evolución.

La hipótesis de la lluvia
La idea de que la lluvia pudo haber facilitado la formación de membranas protectoras en las protocélulas surgió durante una investigación del profesor Alamgir Karim, de la Universidad de Houston, quien sugirió que el agua de lluvia podría haber actuado como agua destilada en el momento en que se formaron las primeras protocélulas. Este concepto fue llevado al Premio Nobel de Medicina Jack Szostak, quien junto con el investigador Aman Agrawal, demostró en 2022 que las gotas de coacervado podían estabilizarse en agua desionizada, formando una “pared mesosa” que evitaba la fusión y pérdida de ARN, permitiendo una evolución más estable.

En su estudio, los investigadores probaron la estabilidad de las gotas de coacervado en agua de lluvia recogida en Houston y obtuvieron los mismos resultados que con agua de laboratorio. Esto sugiere que las condiciones físicas de la lluvia moderna podrían ser similares a las de hace 3.800 millones de años, proporcionando el entorno adecuado para la evolución de las primeras formas de vida.

Cuestiones abiertas
María Eugenia Farías, científica, destacó el valor del estudio, aunque señaló una duda importante: si el agua de lluvia en ese momento era realmente agua destilada, dado el contexto volcánico y la atmósfera primitiva sin oxígeno.