La gripe aviar es una infección viral que afecta principalmente a las aves, aunque en ocasiones puede transmitirse a humanos. En los últimos años, su capacidad para mantenerse activa pese a la fiebre despertó el interés de la comunidad científica. Ahora, investigadores de las universidades de Cambridge, Oxford y otras instituciones del Reino Unido, Estados Unidos y Australia lograron identificar el mecanismo genético que le brinda esa sorprendente resistencia.
El estudio, publicado en la revista Science y dirigido por Matt Turnbull y Sam Wilson, revela el papel central del gen PB1, una pieza genética que permite que los virus aviares se repliquen a temperaturas corporales más altas que aquellas en las que prosperan los virus de la gripe humana.
Por qué la fiebre funciona con la gripe humana, pero no con la aviar
Los virus de la gripe humana suelen infectar el tracto respiratorio superior, donde la temperatura ronda los 33 grados. En cambio, los virus aviares se desarrollan en aves acuáticas, cuyo tracto digestivo alcanza entre 40 y 42 grados. Esa diferencia térmica explica por qué la fiebre —un mecanismo natural de defensa— logra frenar la gripe común, pero no resulta tan efectiva frente a la gripe aviar.
Para comprobarlo, el equipo utilizó modelos de ratón y elevó la temperatura corporal de los animales mediante aumentos en la temperatura ambiente. Se compararon dos variantes del virus influenza A: uno adaptado a humanos y otro modificado con el gen PB1 de origen aviar.
Los resultados fueron claros. En los ratones infectados con el virus humano, una suba de 2 grados redujo notablemente la gravedad de la infección. Sin embargo, cuando se introdujo la variante con el gen PB1 aviar, la fiebre dejó de ser un freno: los animales desarrollaron cuadros graves y los virus continuaron multiplicándose sin obstáculos.
El rol del gen PB1
Los investigadores confirmaron que el gen PB1 permite que el virus mantenga su capacidad de replicación incluso bajo condiciones de alta temperatura, que normalmente inhibirían al virus humano. Cuando el PB1 aviar se incorporó en un virus humano, este adquirió una resistencia térmica similar a la de los virus aviares.
El artículo también recuerda antecedentes históricos: en pandemias como las de 1957 y 1968, variantes de gripe humana adquirieron el gen PB1 aviar, lo que incrementó su agresividad.
Qué implica este descubrimiento
Los expertos coinciden en que entender cómo actúa el PB1 permitirá anticiparse a futuras amenazas. Recomiendan monitorear la genética de los virus aviares y vigilar variantes zoonóticas con potencial de adaptación al ser humano.
Aunque la fiebre se considera un aliado natural contra las infecciones, el estudio aclara que en el caso de la gripe aviar podría no ser suficiente para detener la replicación viral. También señalan que se requiere más evidencia en humanos para modificar recomendaciones sobre el uso de medicamentos que reducen la fiebre.
Este hallazgo abre nuevas líneas de investigación para el desarrollo de estrategias de prevención y control frente a una de las amenazas sanitarias más monitoreadas en el mundo.
