En plena era del aprendizaje exprés, los diplomas digitales se multiplican. Pero, ¿qué valor tienen realmente? Entre la presión por certificarlo todo y la ansiedad de “estar siempre aprendiendo”, surge una pregunta: ¿estamos formando conocimiento o coleccionando papeles?
La explosión de plataformas como Coursera, Crehana o Domestika trajo una oferta casi infinita de cursos online, con certificados digitales que se pueden exhibir en LinkedIn o en CVs. Pero el fenómeno va más allá: la cultura del curso express, donde en 3 o 4 horas podés “dominar” una habilidad, genera un clima de ansiedad por “estar siempre haciendo algo productivo”.
Para Mariana L., diseñadora gráfica, esta dinámica es agotadora: “Siento que tengo que hacer cursos para no quedarme atrás, aunque después no use nada de lo aprendido. Es más para acumular que para crecer”. Esta sensación de saturación es cada vez más común.
Además, expertos como el psicólogo laboral Martín Gutiérrez advierten sobre la “sobrecarga de formación” que afecta la capacidad de enfocarse y profundizar en un área. “La formación debería ser un proceso reflexivo y continuo, no una maratón de diplomas para la foto”, dice.
En Argentina, esta tendencia se ve potenciada por la crisis laboral, donde muchas personas buscan sumar certificaciones para mejorar sus chances de empleo o cambiar de rubro. Sin embargo, el problema aparece cuando la cantidad de diplomas se vuelve más importante que la calidad y el verdadero aprendizaje.
Las plataformas, por su parte, se adaptan rápido a la demanda. Cursos baratos, con temarios reducidos y certificados inmediatos, ganan popularidad y viralidad en redes sociales. En TikTok, por ejemplo, proliferan los videos de “haul de diplomas” y consejos para “sumar certificados rápido”.