A esta altura, desbloquear el celular se volvió un acto casi automático. No siempre hay una razón concreta: a veces ni siquiera hay notificaciones, pero igual revisamos. El gesto se integra a la rutina como si fuera parte del cuerpo. Aunque muchas personas necesitan estar conectadas por trabajo, otras simplemente lo hacen por hábito, sin pensar. El celular ya no es solo una herramienta: es una extensión de nosotros.
Desde lo psicológico, esta acción repetitiva se parece más a un reflejo condicionado que a una decisión consciente. El desbloqueo constante está vinculado con la búsqueda de una gratificación: ver un mensaje, una novedad, algo que nos saque del momento presente. Se vuelve adictivo por la posibilidad de recibir recompensas, aunque no siempre lleguen. Con el tiempo, este gesto se repite solo por si acaso.
Vivir en estado de ALERTA
Esa costumbre de revisar el teléfono “por las dudas” genera una sensación de alerta permanente. Sin darnos cuenta, el cuerpo se activa cada vez que suena una notificación, vibra el dispositivo o simplemente está cerca. Esta hipervigilancia nos desgasta mentalmente: interrumpe la concentración, dificulta el descanso y nos mantiene atentos a estímulos externos en lugar de estar presentes en lo que hacemos.
¿Cómo saber cuántas veces lo hacés?
Hoy existen aplicaciones que permiten medir exactamente cuántas veces desbloqueamos el celular por día. En los iPhone, por ejemplo, la función “Tiempo en Pantalla” muestra la cantidad de veces que se activa el dispositivo. En Android, “Bienestar Digital” cumple la misma función. También hay apps externas para profundizar los datos. Lo interesante no es solo el número, sino lo que revela sobre nuestra relación con la tecnología.
Lo que dicen las estadísticas
Distintos estudios estiman que una persona promedio desbloquea su teléfono entre 80 y 100 veces al día. En algunos grupos etarios, como los jóvenes de entre 18 y 25 años, ese número puede superar las 150 veces. También se calcula que tocamos la pantalla miles de veces al día, sin siquiera notarlo. Son cifras que hablan de una conexión constante y, muchas veces, innecesaria.
Recuperar el control
La buena noticia es que se puede tomar conciencia y hacer algunos ajustes simples para tener un vínculo más saludable con el teléfono:
- Silenciar notificaciones que no son urgentes.
- Limitar el acceso a ciertas apps fuera del horario laboral.
- Usar modos de concentración o descanso durante el día.
- Evitar tener el celular en la mano cuando no es necesario.
- Asignar momentos específicos para revisar mensajes o redes.
Estas pequeñas decisiones ayudan a cortar el automatismo y a reducir esa sensación de estar siempre “on”.