Parece sacado de una película de ficción o de un cuento distópico, pero ocurrió de verdad en la tierra del Tío Sam. Entre 1913 y 1920, el sistema de correo estadounidense permitió una “carga” muy particular que hoy nos pondría los pelos de punta: niños humanos.
⚖️ La regla era simple pero impactante: mientras la criatura no superara los 5 kilos de peso, podía ser despachada legalmente como una encomienda más.
🐔 ¿El costo de enviar a tu hijo? Una ganga: apenas 50 centavos, que era exactamente lo mismo que costaba enviar una gallina en aquella época.
👮♂️ Confianza ciega en el cartero
🇺🇸 Lo más curioso de esta historia no es solo que la ley lo permitiera, sino que los padres realmente lo usaban. El Servicio Postal gozaba de tal reputación de seguridad y eficiencia que las familias confiaban ciegamente en los carteros, a veces sintiéndose más seguros dejándolos con ellos que enviándolos por otros medios de transporte.
👧 El viaje de May
Uno de los casos que quedó grabado en los libros de historia fue el de la pequeña May Pierstorff:
- 🛤️ Tenía seis años (evidentemente el límite de peso era algo flexible o se pagaba un extra en sellos).
- 🏠 Fue “enviada” desde Idaho hasta la casa de sus abuelos.
- 📏 Recorrió nada menos que 117 kilómetros de distancia.
🚂 Hubo bebés y niños que viajaron en los vagones postales de los trenes, custodiados y entretenidos por los propios empleados del correo, que hacían de niñeros improvisados entre carta y carta.
🚫 El fin de la “moda”
Como suele pasar cuando se estira demasiado la cuerda, la práctica se volvió tan popular que las autoridades tuvieron que intervenir.
🛑 El servicio postal debió prohibir oficialmente el envío de seres humanos, una decisión que se aceleró luego de situaciones insólitas, como el caso de una niña que fue técnicamente “devuelta” a sus padres por el correo tras un intento de envío fallido.
💎 El Dato Curioso: Una joya en un sobre
Hablando de cosas locas enviadas por correo, acá va una que supera a los niños. ¿Conocés el famoso Diamante Hope? Es una de las joyas más valiosas (y supuestamente malditas) del mundo, valuada en cientos de millones de dólares.
Cuando el famoso joyero Harry Winston decidió donarlo al Museo Smithsonian en 1958, todo el mundo esperaba un operativo de seguridad digno de Misión Imposible, con camiones blindados y guardias armados.
📦 ¿Qué hizo Winston? Lo metió en una caja de cartón marrón, le puso sellos y lo mandó por correo simple certificado. El envío le costó 2,44 dólares (más 142 dólares de seguro). El cartero James Todd lo llevó en su bolsa como si fuera una carta más, tuvo un día tranquilo, entregó el paquete y el diamante llegó sano y salvo. A veces, la mejor seguridad es pasar desapercibido. 😉
