El ritmo circadiano, guiado por la luz solar, regula funciones clave en ciclos de 24 horas. Según el Instituto Nacional del Sueño, despertarse entre las 6 y 7 a.m. es óptimo para facilitar la transición a la vigilia, ya que coincide con la fase final del sueño, mejorando el estado de alerta y el bienestar físico y emocional. En este horario, el cuerpo comienza a activarse, aumentando la temperatura y el ritmo cardíaco de forma natural, lo que ayuda a prevenir la fatiga y mejora el ánimo al aprovechar la luz solar matutina y la regulación del cortisol.
Las personas que se levantan temprano suelen reportar mayor satisfacción y menos ansiedad, ya que un horario de sueño regular favorece la producción de melatonina, esencial para un buen descanso. Estudios en Sleep Medicine Reviews también indican que despertar temprano ayuda a regular el cortisol, optimizar el metabolismo y fortalecer el sistema inmunológico.
El sueño se divide en ciclos de aproximadamente 90 minutos, alternando entre sueño no REM (con fases de transición, sueño ligero y sueño profundo) y REM, en el que ocurren los sueños más vívidos y se consolidan los recuerdos. Para evitar despertares nocturnos, los expertos sugieren mantener un horario regular de sueño, limitar la exposición a pantallas antes de dormir y evitar comidas pesadas o cafeína en la noche. Técnicas de relajación, como la meditación y la respiración profunda, también pueden reducir el estrés, una causa común de interrupciones del sueño.
La cantidad de sueño recomendada varía con la edad: bebés necesitan entre 14 y 17 horas, niños de 10 a 13, adolescentes de 8 a 10, adultos de 7 a 9 y personas mayores alrededor de 7 a 8 horas, promoviendo un descanso saludable que apoya el bienestar físico y emocional.