Hay quienes, para poder vincularse, necesitan sentir que existe una química especial con la otra persona. Precisan para eso conocerla bien ya que esto les permite abrirse sin ansiedad, miedos, estrés o angustia. Es decir, es común que quienes se identifican con la demisexualidad sientan que los demás están “apurados” para concretar algo sexual, mientras que ellos van a otro ritmo, mucho más lento. Al notar estas diferencias en los deseos sexuales, se sienten presionados.
Eso deriva en que, muchas veces, parezca que no están interesados en generar un vínculo o tener relaciones con alguien más. Si bien en cada grupo dentro de las diversidades hay amplitud de variantes y grados las personas demisexuales tienden a ponerse tensos cuando los demás no les creen que no puedan excitarse rápidamente o no tengan ganas de concretar sexualmente en el presente o futuro cercano.
Muchas veces las personas demisexuales son tildadas de histéricas, vuelteras, mentirosas, aburridas y reprimidas, entre otros motes. Esta falta de comprensión les genera tristeza por la soledad y, por ende, dolor.
Por esta razón muchas personas demisexuales evitan mostrarse, pueden tener vergüenza, sentirse “raros” o, simplemente, no conocer el término “demisexual” con el que se identifican. Cuando encuentran a otras personas como ellos, con las que identificarse, se muestran aliviados, confiados y contentos.
Las personas demisexuales hacen foco en el modo de relacionarse y construir un vínculo con los demás. Necesitan que les tengan paciencia y respeto. Consideran que la confianza mutua es fundamental para conectar con el otro. Y por eso precisan la que fluya la comunicación, razón por la que buscan siempre generar espacios de diálogo e intercambio más que “tener sexo al toque”.