Durante el invierno, el cielo nos regala postales increíbles. Te contamos qué factores explican científicamente este fenómeno y por qué es una de las estaciones más fotogénicas del año.
Cuando baja la temperatura, sube la belleza del cielo. Basta con mirar hacia arriba una tarde de invierno para notar que algo cambia: los colores del atardecer son más intensos, el aire parece más claro y las nubes se recortan con una nitidez cinematográfica. Pero, ¿por qué ocurre esto?
En invierno, el aire contiene menos humedad que en otras estaciones. Esto significa que hay menos vapor de agua en la atmósfera, lo que reduce la dispersión de la luz. Como resultado, el cielo se ve más nítido, profundo y de un azul más intenso durante el día. A la vez, los contornos de las nubes y la luna se perciben con mayor definición.
La inclinación del sol en invierno genera una mayor dispersión de la luz solar durante el amanecer y el atardecer. Esto amplifica los tonos cálidos como el rojo, el rosa, el naranja y el violeta. Es por eso que durante esta época vemos crepúsculos tan intensos y coloridos, ideales para los amantes de la fotografía o simplemente para regalarse una pausa de belleza natural.
Las bajas temperaturas y los vientos de invierno ayudan a limpiar el aire, eliminando partículas contaminantes que suelen opacar la visión en otras épocas del año. En ciudades como Río Grande o Ushuaia, donde el aire es más puro, esta limpieza atmosférica permite que el cielo se vea aún más impactante.
Al oscurecer más temprano y haber menos luz artificial en muchos sectores de la isla, el cielo nocturno en invierno se vuelve un espectáculo. Las estrellas se ven con mayor claridad y, en noches despejadas, incluso es posible observar constelaciones y fenómenos celestes que pasan desapercibidos el resto del año.
En tiempos donde el frío invita a quedarse adentro, levantar la vista puede ser una pequeña dosis de bienestar. Observar el cielo —con sus colores cambiantes, su inmensidad y su belleza— no solo calma la mente, sino que también nos conecta con el presente. Así que este invierno, abrí la ventana, salí a caminar o simplemente quedate un rato mirando arriba: el cielo tiene mucho para mostrarte.