China y la “era de crecimiento negativo”: la crisis demográfica que amenaza su futuro

China atraviesa una de las transformaciones más profundas de su historia moderna. Lo que el gobierno denomina “era de crecimiento negativo” es, en realidad, una crisis poblacional sin precedentes: el país envejece y se achica, y ninguna medida parece detener el declive.


El origen: una política para frenar el crecimiento

Todo comenzó en 1979, cuando la República Popular China implementó la Política del Hijo Único.
El Partido Comunista buscaba contener el vertiginoso crecimiento demográfico que amenazaba su desarrollo económico. Bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el gobierno impuso restricciones severas a la natalidad, especialmente en zonas urbanas, con una combinación de incentivos y castigos.

Quienes cumplían con la norma accedían a mejores empleos, créditos y viviendas; quienes la desobedecían, enfrentaban multas altísimas, equivalentes al ingreso de un año. Hubo incluso denuncias de abortos forzados y esterilizaciones masivas.

Según las cifras oficiales, la medida evitó entre 300 y 400 millones de nacimientos. Pero el costo social y humano fue enorme.


Desigualdad y envejecimiento

Décadas de control poblacional dejaron marcas profundas.
La preferencia cultural por los varones derivó en infanticidios y abandonos de niñas, generando un fuerte desequilibrio de género: hoy el 51,2% de la población china son hombres.

Pero el mayor impacto fue el envejecimiento acelerado. Los mayores de 60 años representan el 18,7% de la población, y se estima que para 2050 más del 25% tendrá más de 65 años.

El país enfrenta así un escenario crítico: cada vez hay menos personas activas para sostener a una población envejecida. Hace apenas unas décadas, había siete trabajadores activos por cada jubilado; en 2050, se espera que haya solo uno.


El giro de timón: de la prohibición al incentivo

Frente a la amenaza de un colapso demográfico, China comenzó a revertir su política.
En 2013 permitió dos hijos si uno de los padres era hijo único; en 2015 amplió el permiso a todas las familias; y en 2021 eliminó por completo los límites a la natalidad.

El cambio, sin embargo, no generó el efecto esperado. Los nacimientos aumentaron un 7,9% en 2016, pero la tendencia volvió a caer rápidamente.

Las razones son múltiples: la crisis económica, el alto costo de criar hijos, y una nueva mentalidad social. Cada vez más mujeres priorizan su desarrollo profesional, y los jóvenes urbanos consideran que casarse o tener hijos “no es esencial”.


Cifras alarmantes

En 2022, la tasa de fecundidad china cayó a 1,09 hijos por mujer, la más baja en más de seis décadas y muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional.
Ese mismo año, por primera vez desde 1961, el país registró más muertes que nacimientos. La tendencia continuó en 2023 y 2024, cuando China perdió oficialmente su lugar como el país más poblado del mundo frente a India.

Hoy, con una fecundidad cercana a 1 hijo por mujer, China solo supera a Corea del Sur entre las naciones con menor natalidad.


Subsidios y cultura: una nueva batalla demográfica

Para revertir el fenómeno, el gobierno ofrece subsidios para el cuidado infantil, licencias extendidas por matrimonio y maternidad y campañas para promover la natalidad. Pero el desafío va más allá de la economía: el cambio cultural es profundo.

Tras décadas de control estatal sobre la reproducción, crecer en familia dejó de ser un ideal colectivo. Los jóvenes priorizan su libertad personal, y la idea de “devolverle hijos al país” no logra conmover a una generación criada en un sistema que antes los prohibía.

El presidente Xi Jinping reconoció en 2024 que el crecimiento poblacional es “un asunto vital para la revitalización de la nación”. Pero algunos analistas aseguran que China ya alcanzó su punto máximo de poder económico, y que la curva descendente de su población podría redefinir el equilibrio global.


Una bomba demográfica difícil de desactivar

A casi medio siglo del inicio de la Política del Hijo Único, China enfrenta su consecuencia más temida: una sociedad envejecida, con menos nacimientos y un futuro incierto.
El gigante asiático que alguna vez limitó el crecimiento de sus familias ahora ruega por revertirlo.
Pero todo indica que la bomba demográfica ya explotó.