Chile sin IVA, turistas sin ganas: cuando el negocio fronterizo se queda sin frontera

Hubo un tiempo —no tan lejano— en que cruzar la cordillera era un acto de fe económica. Los argentinos, azotados por la inflación y sedientos de precios razonables, cruzaban a Chile como quien busca un oasis: electrónicos, zapatillas, cosmética, un plasma de 42 pulgadas por menos de lo que cuesta un alfajor premium en Recoleta. Pero ese ritual casi místico del “viaje de compras” empieza a desvanecerse, y el sur chileno se quedó mirando la frontera… vacía.

De turistas compulsivos a compradores desmotivados

La noticia que inquieta a los comerciantes chilenos no llegó con bombos ni platillos, sino con boletas y códigos aduaneros: la Argentina redujo aranceles de importación. Una frase que, para cualquier economista, suena a liberalismo de manual, pero que para el pequeño comercio de Osorno o Puerto Montt se traduce en una pregunta tan simple como letal: “¿Y ahora quién vendrá a comprar?”

Porque si el precio de un celular se achica de este lado de la cordillera, ¿para qué gastar en peajes, nafta y alojamiento del otro? Como si los compradores hubieran despertado de un largo sueño consumista, el turismo de compras argentino cayó, y con él, una parte sustancial de la economía regional chilena.

La paradoja del beneficio perdido

Frente a esto, la solución parece lógica: reactivar la devolución del 19% del IVA para turistas extranjeros. Un sistema que Chile tuvo, abandonó y ahora redescubre como si fuera una innovación salida de una incubadora en Berlín. En realidad, es un mecanismo común en destinos que viven del extranjero: no se trata de regalar dinero, sino de no castigar al visitante.

Pero como todo lo que depende del Congreso, el proyecto está varado. Aprobado en general, observado, devuelto a comisión y, por ahora, empolvado. Mientras tanto, las calles comerciales de Valdivia se vacían, y los negocios que antes hacían su agosto con los fines de semana largos argentinos hoy hacen malabares para sobrevivir.

De la bonanza al bostezo comercial

Las cifras hablan claro. En 2024, más de 1,4 millones de argentinos cruzaron a Chile dejando más de mil millones de dólares en compras. Esa cifra ahora se reduce como una ola que se retira tras haber golpeado con fuerza la playa del comercio minorista. Las vidrieras están igual, pero los clientes ya no están.

Es curioso cómo funciona la economía de frontera: depende de esas pequeñas asimetrías que, cuando se eliminan, revelan lo que hay detrás. Y lo que hay es un mercado que, sin estímulos, pierde su razón de ser. Como una feria sin feria, o una tienda sin turistas.

IVA o no IVA: esa es la cuestión

El reclamo de los comerciantes chilenos tiene un tono desesperado, pero también un fondo razonable. Quieren condiciones similares a las de otros países, donde el turismo no solo se recibe con folletos y guías, sino con facilidades reales para el bolsillo. Y quieren, sobre todo, que la política deje de bostezar frente a sus urgencias.

La propuesta es limitada —no incluye hotelería, ni gastronomía, ni servicios—, pero suficiente para volver a tentar al comprador argentino con una rebaja concreta. Un 19% menos puede ser la diferencia entre un “veamos” y un “compremos”.

El futuro: incierto, pero negociable

En tiempos donde los dólares duelen y el consumo tambalea, ninguna medida es mágica. Pero algunas son necesarias. Si Chile quiere volver a enamorar al turista argentino, deberá competir con algo más que cordillera y buenos precios. Deberá ofrecer una experiencia que valga el cruce. Y, de paso, recordar que el comercio fronterizo no vive solo de ofertas, sino de incentivos bien diseñados.

Mientras tanto, en Osorno y Puerto Montt, los comerciantes esperan que el Congreso apruebe lo que para ellos es algo más que un proyecto de ley: es la diferencia entre subsistir o cerrar temprano.